enorme que sobresalía, curvada hacia arriba, entre las piernas de su amante. Lo tomaba y cerraba los ojos, como
así supiera aún mejor. No podía creer que aquello que colgaba entre las piernas de un hombre pudiera s
me atrevía a moverme. Temía que, delatándome, rompiera la atmósfera
mi tío, solo que colgaban más abajo y eran más grandes. Mi madre los t
la idea se desvaneció al ver la expresión de placer en el rostr
to, observando cómo mi madre movía la cabeza adelante y atrás para complac
ni honesto con ella. Uno la engañaba, otro la golpeaba, un tercero le robaba dinero... En fin, todos eran auténticos cabrones. Y mi madre se esfor
. Fue como un shock, el mismo que sentiría cualquier chica al presenciar algo así por primera vez.
pero no podía. Lo deseaba, pero no podía. Aún no estab
ó la baraja de cartas y la guardó en el armario. Me alivió
eño. - Si quieres gustarle a los hom
o tú no entras en esa categoría. Eres mi tío, y
alguna de sus amantes, que le chuparía la polla y le daría acceso a todos sus agujeros. Yo no era así. Era pura y fresca, como esa Lolita al principio
por si acaso, pero
mi tío se había ido, y luego fui a la ducha. Necesitaba lavarme su olor, enjuagarme bien la boca. Des
a algo excitada. Bueno, ¿para qué mentir? Estaba realmente caliente: por el olor de su pene, por sentir aquel
rnas y me toqué. Estaba húmeda y calie
. Sin embargo, podía llegar al clímax con el chorro de agua si lo dirigía al lugar correcto.
a ola de placer me recorrió el cuerpo. Estaba fascinada por lo q
. Poco a poco, una fuerza creciente en mi bajo vientre me hizo gemir, arqueándome contra la pared de l
a después del orgasmo. Luego salí, me envolví en una toalla y corrí a mi habitación, dejando huellas mojada
la imagen del pene de mi tío no salía de mi cabeza. Su piel suave, s
los penes parecen varitas mágicas. Me reí para mis adentros por la comparación y lu
reyéndose el dueño del lugar, perdí los estribos. Ella y él follaban tan fuerte que los vas
iado interés. Mi madre me tuvo a los dieciocho; ahora tenía treinta y seis, y yo era igual que ella en sus me
sí que aceptó a su sobrina con gusto. Él y mi madre tenían casi la misma edad, pero él no había formado una famili
e diseño, tenía un coche que me encantaba y con el que soñaba conducir... Mientras, mi mad
esha: independiente y adinerada. Del tipo que pue
o quería ganar el derecho a conducir su coche; él propuso que jugáramos con sus bolas. Esta
volver a jugar, pero no es
Con Dimka no tenía tantas ganas; era joven y seguro que vendría en un segundo.
a volver a la ducha y t