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Historia

Capítulo 4 Más que un encuentro (3era. Parte)

Palabras:1894    |    Actualizado en: 29/05/2025

ismo

w

i

co de trapo en manos de cualquiera. Y si eso ya suena mal, peor es tener que confiar en un desconocido. Quedas frágil, como cristal al b

errar bajo litros de veneno las heridas abiertas, la rabia que no cabe en el cuerpo, los gritos que no podemos soltar. Es un alivio t

esos fantasmas que no se disuelven ni con el mejor whisky. Porque la vida no espera a que te r

s, intentando aplacar a punta de tequila el dolor, la rabia y la frustración que me carcomían el alma. La muerte de mi padre seguía pesándome como un

cómo mi versión más rebelde, esa Nicky terca y orgullosa, asomaba con garras y dientes. Protesté, insulté, me defendí como

sonaba distante, como un eco flotando en una caverna. Aun así, recuerdo -con una nitidez cruel- cómo terminé subiendo a un Mase

tu casa -ordenó, con ese tono insolen

é, mirándolo con descaro mientras me

es a lo que me refiero? -me lanzó una sonrisa ladeada mientras me abrochaba e

do el calor subir a mis

e se cree irresistible, pero no s

ello de humor en esos ojos que apenas lograba enfocar-. Tal vez cuando estés en

ensamientos, mientras la ciudad se

los... -murmuré, antes de que la

abeza que me taladraba el cráneo. Me moví con recelo, notando que seguía

con una letra rápida y firme: "Mocosa, vuelve a la escuela. No juegues a ser adulta emborrachándote." No había un número de tel

su identidad. Ni un nombre, ni un maldito dato para darle las gracias... o para insultarlo, como probablemente me h

re. Menos aún dejar impune la muerte de mi padre. No me cabe duda de que ese accidente fue provocado. Y así luego de una ducha fría, de p

creía olvidados. Escucho el eco de los saludos de los empleados, las miradas rápidas y disimuladas. Unos me ignoran, otros me observan con curiosidad, como si no supieran qué

su cabello oscuro casi sin canas, su rostro delgado, sin rastro de arrugas. Me observa en silencio, con esa pose serena que siempre ha tenido,

ués de aquel día en que te fuiste furiosa, porque no te di la razón... -Su risa se escapa, pero no hay alegría en ella. Es u

a es tibio, rápido, casi calculado, como si todo fuera una obligación para él. Me s

idea sobre implementar otra flota era más rentable. Pero tú

por un instante, me viera por lo que realmente soy: alguien con carácter. Per

sitaban más recursos. Pero no hablemos del pasado. -Hace un gesto con la mano, como s

ento d

untar, como si me estuviera evaluando. Quiere saber todo sobre mi vida en la bas

orbido y sus ojos no me dejan de mirar. Algo cam

s riendas de la empresa. Tú... -su voz se suaviza ligeramente, pero sigue desnudando la verd

a mueca desafiante que me nace desde lo

nario. Él conocía la ruta con los ojos cerrados. Fue un sabotaje. Y no voy a quedarme de brazos cru

e, como si estuviera meditando cada pala

con la muerte de Alfred. Antes de casarse, firmó un acuerdo prenupcial donde no tendría de

e golpea de lleno, pero no puedo dejar que

que algo le dejó en el testamento. Y está el seguro de vida... No desca

su rostro se suaviza un instant

o que todavía no lo conoces... ni a nadie de su familia. ¿Qué tal si me acompañas a una cena d

lto, delgado, su mirada inquieta y penetrante me recorre de pies a cabeza. Lleva un tra

suave, pero con un dejo de superioridad. No aparta la mirad

leve gesto de la mano-. Deja que te

cuchar su nombre. Scott. La si

presento a Scott Sanders, el sobrino de Hillar

tan perfecta que me resulta falsa. Como si la estuviera

ndo mi mirada un segundo más de lo educado-. Sien

sonrisa es educada... y, sin em

rar simpatía-. Y me encantaría seguir charlando contig

ora con la mía, más fría que una noche de invierno, p

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