ías d
w
i
pide permiso, solo entra a tu vida como una patada directa en el estómago. Un suspiro, una palabra, una llamada, y todo lo que conocías e
e sí te queda es cómo manejas las ruinas después. Porque lo peor no es la caída, ni el golpe: lo peor es levantarse d
e. No lo aceptamos, porque no estamos hechos para aceptar que no podemos controlarlo todo. Pero cuando llega ese segundo, cuando el muro de tus expectativ
uela, aunque el peso sea insoportable. Como adultos. Aunque no tengamos ni idea de cómo hacerlo, ni la fuerza para
s se quedaron cortos. Esa bruja ambiciosa no me llamó por empatía, ni porque fuera lo correcto. Lo hizo p
ado, uno que me dejó momentáneamente sin aire. Sentí que algo no encajab
una herida ajena-. Mi llamada no es por cortesía... Preferirí
r me subía al rostro. Me hervía la san
eneno-. Ante todo, no me digas "querida". Saquémonos las máscaras de una
omo si tratara de contener la irritación
pero se quebraba en los bordes-. No soy tu enemiga. Te ll
era decir poco. Ella había sido la ter
tra oportunista. Así que habla. No tengo tu puto tiempo, ni las ganas de esc
tro lado de la línea, como si estuvier
ando, aunque no supe si era real o parte de su e
penas perceptible en su voz
mi corazón, ese traido
golpe, mi cuerpo
regunté, apenas reconociendo m
encio lleno de plomo, prece
ntí un atisbo de verdad en su voz-. En uno de los av
s, como el rugido de un motor antes de estrellarse. No podía ser.
yera. Mi garganta ardió-. ¡Me mientes!
a, lo peor era sentir que ni siquiera podía hacer las paces
disponible. El estómago me ardía como si llevara piedras dentro. Apenas aterricé, la prensa amarillista me cayó encima c
bre la muerte del magnate." Pero no tuve ni cinco minutos para asimilar la noticia. La bruja de Hillary ya había organizado el funeral y to
arrastra el olor de las flores marchitas, mezclado con el de las mentiras. Siento que cada paso me pesa
vestido negro le queda impecable, su maquillaje ni siquiera muestra rastros de llanto. Sostiene una copa de vino co
e un par de pasos, su voz dulzona, falsa como una moneda
lpe seco que resuena en la sala.
l aire como un látigo-. Esta nunca fue
una mala actriz de teatro de tercera. Lleva una mano
nura-. No es momento para repro
a como bilis. Aprieto los dient
-. Tú lo enterraste antes de que yo pudiera llegar. ¡Ni siquiera esperaste u
ra adoptar el de reina herida. Sus ojos destellan furia cont
un tono cortante-. Había que actuar rápido
r frente a ella. Siento el calor de m
n una sonrisa torcida-. Va
ue las paredes repitieran lo que está a punto de decir. Luego
ente no fue tan...
a la espalda. Me obligo a no pa
, apretando los puños con tanta fuerza que siento
vino a los labios y bebe un sorbo largo, c
sos. No todos juegan limpio en este negocio. -Hace una pausa breve, cargada de insinuaciones-. Como su competencia: Alan Parker
sienes. Me inclino hacia ella, invadiend
eneno-. Tal vez tú lo mandaste a asesinar. ¿Cuánto te dej
arpadea con nerviosismo. Su fachada pe
dices -masculla, apretando la
emoria que voy a descubrir quién mató a mi padre. Y cuando lo haga... -me acerco aún m
, dejando tras de mí solo eco de amenazas y promesas de gu
más
hijo", "Estoy en casa de mis suegros", "tengo trabajo atrasado", "No tengo niñera", "Mi novio llegó de viaje". ¡Mierda! Todas parecían unas viejas aburridas, atrapadas en vidas que juraron que nunca vivirían. Ni que fueran tan mayores. Y sí, reconozco q
ándose de brazos, mirándome como si de verdad le importara-. Mej
de escupir en la cara. El
tu ayuda... -gruño, arrastrando
n ese toque arrogante que me crispa los
s problemas c
co
pea como una bofe
eo perfectamente peinado hacia atrás, barba y patillas plateadas que acentúan su mandíbula cuadrada. Sus ojos azules, intensos, me escrutan con una mezcla de seriedad
a mirada mientras golpeo el vaso sobre
era midiendo cada movimiento, y se planta frente a mí con u
siones-. Ahórrame el trabajo de levantarte a cuestas... -añade, su tono entre amenaza y
as de arrojarle el vaso a la cabeza. Él sostiene mi mirada, tranquilo, seguro, com
nta, con una sonrisa ladeada
ricidad y desafío. Y yo, que nunca fui de retroceder an