ño, cuando la temporada de apareamiento estaba en su apogeo. Con dicho acontecimiento, el bosque de Yenna se llenaba con la cacofonía melódica del canto de los machos y con el s
sapercibido para los humanos, a
uro deleite, que en estos momentos esta
ios metros hasta originar un charco de gran proporción, sus plumajes dorados que antes eran un regocijo a la vista acabaron siendo una alfombra maloliente para el frondo
e como dolorosa para quien le echara un vistazo, el matiz metálico de la sangre rodeaba el lugar hasta kilómetros a la redonda
lá de la frontera con el bosque; hace pocos días más de diez lobos habían ido al encuentro con el enemigo, para sólo regresar tres y con el cuerpo moribundo de una de sus protectoras. Los cachorros de lobo tenían prohibido irse lejos de sus casas, y con ello e
de ellas eran adornadas por juguetes y otras simplemente eran arropadas por ramos improvisados de flores, el lugar se encontraba d
e Yenna; el hombre era conocido como la Bestia del Norte ante su actitud fría y desinteresada, ningún lobo a su cuidado era denigrado como un simple animal ante los ojos humanos, así como ningún humano era desplazado o humillado al tocar sus t
cualquier peligro y acogerlos bajo su manto hasta su último respiro; dicha promesa perduró en todos sus años de liderazgo, para ser rota en pedazos por un enemigo misterioso e intangible en cuestión de segundos. El alfa desc
con mucha nitidez como nada podía frenarlo, ni las fauses de un lobo adulto ni mucho menos sus garras afiladas, la única que pudo mantenerlos a raya era la delicada mujer que habían apresado en
un sobre gris residía en sus manos y fue ofrecido a él c
arecían manchadas con tinta y otras no lograban tener legibilidad ante la presura por la cual fue escrita. El problema que ellos tenían en su territorio también se
su líder y beta -El centinela arrugó el entrecejo, los cuerpos
a mi sin miedo -El alfa dobló la carta y la colocó en las solapas de su camisa holgada con mucho cuidado-. Envía las cenizas a su
jos y dejó a Aziek nuevamente solo, con las preocupaciones ron
recibido por el canto de los grillos y las farolas interminables adornando las cabañas. Sin embargo, ésta vez el recibimiento fue un fúnebre silencio. Aziek se quedó frente a las tumbas varios minutos más antes de encaminarse hacia su cabaña, no obstante, no sé dirigió direc
gada y un faro de luz llenaban el lugar, los cambiaformas no necesitaban de tanta iluminación para poder observar con nitidez, así que el único faro de luz en su cabaña estaba ubicado es
uchados, una voz rasposa que aún conservaba un poco
entada al borde de una enorme cama, su ropaje abrigado había sido abierto por manos desesperadas que querían deshacerse del calor sofocante; sus ojos habían sido vendados por una suave tela, con el único propósito
ek no pudo ser testigo de lo que ocurrió realmente, al ser aprisionado por uno de esos seres el alfa sólo pudo luchar en vano para liberarse y ser ignorante de la masacre que ocurría fu
n quemaduras en casi todo el cuerpo; además de eso, una bruma la había rodea
r parecía tan pequeña cuando se colocó frente a ella, y aún así él pensaba que Kaya valía por cien hombres. Co
undía bajo el grosor de la cama, Aziek enarcó las cejas-. Así como ninguno puede
torio perspicaz de que Kaya era consciente de que aquel lobo alfa
había comenzando a ser víctima de sus propios pensamientos el día en que esas cosas aparecieron en su bosque, como alfa de una manada su consciencia estaba sumida en cómo pro
reclamó el bosque de Yenna y a sus habitantes como suyo. Pedir ayuda a las demás tribus no era una opción, el alfa no necesitaba
ó a sopesar
os, Aziek observó la ligera sonrisa que se impregnó en su rostro, como si él
de asegurar que la mujer estuviera en buen estado, tanto físico como mental; el hombre sabía que la pérdida de sus compañeros fue un golpe duro para e
alizando los venda
s del norte, cuando solo existe uno -Al observar el vendaje que cubría sus oídos ma
z segura se transformaba en duda, daba a entender que
e mis hazañas de joven? -El alfa sonrió a sabie
ejando intacto las pequeñas gasas que le cubrían los párpados para evitar que se inflitrara la luz-.
dad volv
e sangre seca y unas gotas recientes adornaban el borde de su oreja; Kaya volvió a ignorar su
no saldrás ilesa -El alfa colocó las vendas nuevas mientras el silencio reinaba en la habitación, observó
que Aziek tuvo que hacer uso de su a
ha dado a su gente con su presencia; hace varios años atrás el alfa no creería la importancia que esta mujer tendría en su manada, y d
n antes comprobar que las quemaduras de las que fue víctima ya est
sa, las arrugas de las sábanas
brillaba en lo alto y alumbraba con tenuedad el ventanal, qued
revi
o imposible para mantenerlo con vida, sin muchas probabilidades de éxito; Aziek también daba su apoyo a través del vínculo que tenía con cada uno de sus mi
n su aura, temeroso de que el don sensible de la
ás intensa; colocó ambas manos sobre su pecho en un vano intento de detener los latidos acelerados que golpeaban con fuerza su caja torác
o ignorando por completo el dolor que sintió cuando sus uñas rozaron la piel sensible, Kaya no lograba conseguir respirar con normalidad pese a todo
ro suyo s
arse, al sentir la presencia extraña en su inte
fue
na Nala penetró la bruma en la que h
as recitaba sus palabras llenas de preocupación la confundió aún más; Kaya era incapaz de visualizar lo que fuera que la ten
cuello sufrió rasguños que lo llevaron a sangrar, las vendas que cayeron al pie de la cama estaban manchadas de sangre y gotas carme