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s las personas que creía conocer, no sabía quiénes eran en realidad, sólo sabía que no eran yo. To
dé mirando los cuerpos mutilados que tenía delante. Lo que antes había sido hermoso
pero ¿dónde había ido a parar su cabeza? Me reí vacíamente. El cuarto cuerpo estaba calcinado y, poco a poco, tod
, sonreí, pero no de felicidad, sino de tristeza, porque todo lo que tenía estaba muerto y justo delante de mí, mientras sostenía el arma homicida. La puerta del dor
si completamente calcinados, pero no supe interpretar su mirada. El señor Junior tiró de mí y me arrastró contra mi voluntad y, al atravesar el fuego, llegamos frente a la casa, el lugar donde me gusta
ilizado en tu contra en los tribunales -ordenó Aldo en cuanto me llev
o 15 años y soy responsable de la