garganta se había cerrado y no había vuelta atrás. Odié cada segundo en que las palabras de mi padre volvían a mi mente; hacerle hon
nar que él lo hacía porque le gustaba ser héroe y salvar personas. Lego, cuando llegué a la adolescencia, me dijo que no le gustaba la palabra salvar, sonaba a caridad, le llamaba arreg
cía solo por estar el menor tiempo posible en casa. Todo fue peor cuando decidió emigrar al norte
succionadora de dinero, la actual señora Moretti, quien se había agarrado a él con uñas y dientes al darle un hijo. No tenía nada en contra del pequeño, pero no p
aba escalofríos solo de pensarlo. Entonces, cada día mi vida iba a peor. Esa señora obviamente me odiaba y como era mutuo, no podíamos convivir en paz. Pero yo seguí siendo
a gustar, pero eso no quitaba la ser obligada a aguantar a alguien desco
de mano y aventar la puerta infantilmente. Al llegar, saludé con lo que pensé que fue mi m
ducía mi auto. Sonreí. Mi mejor amiga, Ámbar, bueno, una de ellas, ha
nes abandonada. ¿Podemos vernos hoy
en que peor me sentía. Esa había sido nuestra promesa, no import
pesar de que yo no fuera un modelo de personalidad amable con
a. Y debo decir que ellas me complementaban, ambas divertidas, extrovertidas y siempre optimistas. Les
ene alguna anécdota que contar, algún chisme de farándula que comp
rganizar mis cosas
n te echo de menos. Claro que podemo
testó al
ocho, en el café de sie
pitome del siglo. El supuesto café era un bar de riquillos como le gustaba decir a Vianca. Tenía entrada limitada y era obviamen
mi padre esta mañana. Me había dejado como tonta boqueando sin saber qué decir, ni como negarme cuando sacaba la bandera del chantaje emocional sobre como l
larme. ¿Bancarrota? ¿Deudas? Había dicho que estábamo
pcionado mucho. Hasta mi medio hermano mayor, nacido de
ando tuvo la capacidad de entender por qué no podía vivir con su padre. De niños éramos inseparables, él era mi
ner su reputación y fortuna. Me estaba vendiendo por última vez. Para rematar, mi novio me había dejado y aquí estaba yo,
en lo que estuve evitando todo e
emigrado y había conseguido becas para estudiar medicina. Era una residente de pediatría, y tenía un don especial para trat
dormido?" – preguntó con una sonrisa sarc
r el elogio. Ahora dime
maquina instantánea – ¿Sigues llamando vitami
to, deseé que
e placer antes de cambiar el tema sobre mi salud. Los médicos teníamos este trastorno de 'a mí no me pasa nada' que todos igno
ho. Me ha pedido que te dé las gracias. Tenías que ver la mirad
vida. Estaba mezclando la realidad de otra persona con la mía. –El chico tenía síntomas claro, anemia, presión arterial alta y antecedentes de fiebre reumática, i
abes. El doctor Baron te tiene en alta estima, aunque no te
on me tenga en alta estima. Me pregunto si busca darme miedo para que renuncie por mí
areja con él. –completó Vi
rasgos varoniles. Tenía un cuerpo atlético, que se adivinaba bajo su bata. Tenía una voz grave y seductora, que hacía temblar a cualquiera cua
fe, nada más. No siento nada por él, ni bueno ni malo
o, Ale. Estás enamorada del doctor Baron. –me dijo, haciendo que corriera a taparle la boca. El hospital era un caso fácil de chismes y malos entendidos. Si se corría
matrimonio venidero se
un hombre que me trataba con indiferencia, que me hacía sentir insegura y que m
der, para ser buen médico. Nada más. Así que, por favor, cambia de tema. ¿Qué tal tu novio? ¿Cómo va lo vuestro? –no le pasó desapercibido mi intento de desviar su atención, y por sus
aría a admitir lo que pasaba. Pero también sabía que no podía forzarme, que tenía que respetar mi ritmo, que