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Corazón de Limón es la continuación de Corazón de Miel. Annie Sucrette se enfrenta ahora a la ajetreada vida universitaria con todo lo que eso implica: Exámenes, fiestas, encontrar el primer empleo y algunos conflictos... Pero también buenos amigos y el amor incondicional de su novio y mejor amigo, Kentin. Sin embargo, cuando las cosas parecen que no podían estar mejor, un fantasma del pasado regresa para destruir todo lo que ha llevado casi dos años construirse. ¿La vida de Annie será destruida o logrará parar el fuego antes de que destruya todo? Libro 3 disponible para leer: Corazón de Chocolate.
En sólo unos minutos el mar quedó a nuestras espaldas para adentrarnos hacia la Ciudad Capital, donde íbamos a pasar los próximos cinco años de nuestra vida dedicadas al estudio y al trabajo.
Gracias a las recomendaciones de mi suegro, había conseguido trabajo en una perfumería del centro comercial, a solo un par de pasos de la Facultad de Ciencias Jurídicas; a mi mamá no le gustaba la idea que trabaje pero a papá la idea no le desagradaba para nada, ya que así aprendería a valerme por mí misma.
-Has estado demasiado tiempo bajo el ala de tus padres, un par de golpes no te vendrán mal-dijo cuando estaba terminando de guardar mis cosas en las cajas de cartón para la mudanza.
-Aun así, cariño... Annie sólo tiene diecinueve años, acaba de graduarse... -Mamá parecía más afligida que otra cosa al ver que su única hija abandonaba el nido para vivir una nueva aventura, lejos de su atenta pero muy amable mirada maternal-. De todas formas yo te enviaré dinero semanalmente para que tengas para tus gastos universitarios, los dos sabemos muy bien lo caro que sale estudiar... Las fotocopias, los libros, el transporte...
-Pero si tiene chófer -rio papá.
-Mi novio no es mi chófer -mascullé enojada.
El Jeep Commander de Kentin se estacionó frente a un enorme edificio de catorce pisos, allí era donde íbamos a vivir por los próximos cinco años, más precisamente en el Penthouse, el único con terraza y balcón para nosotros solos y mi perro Fuser, un Pitbull Terrier Americano, más bueno Lassie y más mimoso que un cachorro. Mi suegro nuevamente había sido el cerebro en la operación de conseguir un lugar para mi perro pues mis padres no iban a poder cuidarlo, en la residencia universitaria no permitían animales y rentar una casa en las afueras de la ciudad iba a ser muy contraproducente para todos al momento de cursar las clases.
Mientras Kentin subía a mi perro hasta su nuevo hogar, Ayaka, Rose y yo nos quedamos en la calle bajando las cosas del camión de la mudanza. Yo no traía demasiadas cosas, solo mi ropa, libros, perfumes, mi televisor, mi PS4 y mis videojuegos entre otros afectos personales, pero Rose y Ayaka traían demasiada ropa.
-Tuvieron que haber regalado unas cuantas prendas -mascullé con la frente cubierta de sudor mientras ayudaba a colocar todo en el ascensor, presionábamos el último piso y Kentin desde arriba descargaba todo para volver a mandar el ascensor hacia la recepción del edificio-. O al menos venderlas, que se yo.
-Yo nunca regalo mis creaciones. -sentenció Rose con tono muy serio. Rose era una muchacha alta y bronceada, de cabello plateado y penetrantes ojos amarillos, sofisticada y con un marcado estilo victoriano, su mayor sueño era que su ropa desfile en las más prestigiosas pasarelas de París y el mundo.
-Además, siempre se puede reciclar lo viejo -rio Ayaka subido al camión de mudanzas mientras bajaba nuestro ficus, con el cabello celeste, su piel blanca y ojos violetas, su particular estilo de vestir que incluía todos los colores del arcoíris y su enorme y bondadoso corazón había provocado suspiros en más de una en el instituto pero él las había rechazado muy cortésmente pues a mi amigo le gustaban los muchachos.
Una vez que bajamos todo, y les dimos las gracias a los conductores, nos subimos al ascensor y al cerrarse las puertas una muchacha de ojos verdes, piel pálida y largos cabellos castaños con graciosos bucles me devolvió la mirada. Ascendimos hasta nuestro departamento, por suerte íbamos a estar solos en el décimo cuarto piso, no me gustaba vivir en apartamentos, no se tiene privacidad y una se entera hasta cuando el vecino de arriba tira de la cadena. Abrí la puerta y observé el que iba a ser nuestro hogar, era un loft minimalista en blanco y verde con cocina-comedor y grandes ventanales, al parecer quien lo había diseñado era un japonés porque reconocí muchos acabados zen y puertas corredizas en vez de las clásicas puertas occidentales, una puerta de vidrio que llevaba al balcón-terraza, el cual tenía un cantero bastante grande con algunas plantas y una mesa con cuatro sillas, una barbacoa y la caseta de mi perro con Fuser olfateando el césped del cantero.
-Por fin llegan. Me había olvidado de que eran tantas cajas -jadeó Kentin. Mi novio y mejor de amigo de años, en los últimos años había pegado un estirón considerable, de pasar a medir un metro sesenta ahora medía uno ochenta; su cabello había sufrido un ligero acondicionamiento para estar apto para la carrera militar, pues de pasar a tener un estilo despeinado y relajado, con un bonito fleco en su frente y una melena cortada en capas ahora lucía su cabello corto en la nuca y patillas y en una pequeña cresta en la parte superior de la cabeza. Su estilo de vestir era variado pero bien marcado, si no usaba su uniforme militar o unos cómodos joggings elegía un estilo rugbier-polista que le quedaba muy bien, le gustaban las marcas de Ralph Lauren y Kevinstone pero siempre sus colores elegidos eran el blanco, el negro, toda la gama de los verdes, el azul y el rojo, algo que le favorecía enormemente por sus hermosos ojos verdes, y nunca se sacaba sus mitones de moto de cuero negro, eran su marca personal desde el instituto-. Dentro de poco empiezo a cocinar, primero quiero que acomodemos un poco más.
-¿Qué piensas cocinar? -preguntó Rose, cuando hablaban de comida a Rosemary se le abría automáticamente el apetito. Kentin dejó salir una carcajada.
-Quizás spaghettis, pero aún no estoy muy seguro -respondió.
Cada uno tomó sus cosas y nos dirigimos hacia nuestros dormitorios, el dormitorio que compartía con Kentin era una suite matrimonial con una enorme ventana vista a la ciudad, dejé mis cosas allí y empecé a acomodar el resto de las cajas según las inscripciones que le habíamos hecho en las cajas de cartón. Dejé las cosas de la limpieza en el lavadero y las de la cocina en el comedor y cuando cada zona tuvo sus pertenencias me dispuse a acomodar mis cosas.
Lo primero que saqué era una foto de mi grupo de amigos: En ella estaban mi novio, Rose y Ayaka; Aren, el hermano gemelo y gamer de Ayaka, un muchacho de cabello negro y ojos celestes, a quien no había visto desde que mi prima, Asagi (quien posaba a su lado, rubia de cabello corto y hermosos ojos) había decidido terminar su relación con él y regresar a Escocia, provocando en Aren una profunda depresión. No había tenido noticias desde que ella se regresó a Europa y Ayaka no había dicho más de lo que ya sabíamos: Aren se había autoexcluido a su habitación y se negaba salir o hablar con nadie.
Pero ellos no eran los únicos pues también sonreían para la foto Ida, pelirroja y de hermosa sonrisa; Keyla, morena y fuerte con un hermoso cabello negro y brillantes ojos verdes; Melany, recatada y aplicada de cabello castaño y ojos celestes; Lila, tímida pero sonriente; Nicholas y su hermana Allison, ambos rubios pero el primero de ojos ámbares y la segunda de ojos verdes; Chessire y Mei, la primera castaña y seria y la segunda, asiática y de lacio cabello negro; y Chester y Louis, el primero pelirrojo, bipolar e inmaduro, de melena lacia que le llegaba a los hombros sonreía a la cámara mientras hacía un gesto muy grosero con la mano, y el segundo albino con las puntas de su cabello negras, caballero, maduro, serio pero sumamente olvidadizo y capaz de perderse hasta para ir al baño de su casa, que miraba a la cámara con sus ojos bicolor sonriendo, el derecho celeste y el izquierdo verde. Esa foto la habíamos tomado el último día de vacaciones que habíamos pasado en la residencia vacacional a orillas de la playa de la familia de Kentin.
Louis, Chester, Allison y Nicholas estaban viviendo en la Capital pero el resto de los amigos no, casi todos se habían quedado en el pueblo pues no habían logrado pasar los exámenes de ingreso de la universidad. Melany y Lila habían logrado entrar a la Carrera de Bellas Artes pero Keyla, incapaz de soportar otros cinco años más de estudio, prefirió aprovechar e irse con Iris a un año sabático para descansar de doce años de instituto obligatorio. Mei y Chessire se quedaron en el pueblo y empezaron a trabajar apenas se graduaron, así que Allison no las podía ver tanto como acostumbraba cuando éramos estudiantes. Por su parte ella y su hermano habían logrado ingresar a las carreras de Licenciatura en Turismo y Contabilidad respectivamente.
Dejé esa foto tan hermosa en mi mesa de luz y miré la ciudad que se encontraba a mis pies, a solo una calle podía ver el campus de la universidad, el centro comercial donde trabajaría y otros edificios.
Sonó mi teléfono celular y vi que era un WhatsApp de Nicholas.
«Ya estamos en nuestra casa, ven cuando quieras! :D».
Y a continuación me llegó una selfie de Nicholas y su hermana en la puerta de una modesta pero bella casa de un piso. Yo sonreí y le mandé otro mensaje.
«Yo también ya estoy en mi loft, está genial, quieren venir a tomar algo a la noche? Besitos, los quiero ;*»
Cuando Nicholas me confirmó que iba a venir salí corriendo para ir a comprar algo al supermercado que quedaba a pocas calles. Apenas salí me vi aturdida por los ruidos de la urbe y la modernidad. Extrañaba la tranquilidad del pueblo.
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