/0/6215/coverbig.jpg?v=9fb320efcbc25c7f91cd580c86d699ba)
Deteniéndome en la entrada de la ciudad y aún dentro del auto, compruebo el nombre en el cartel de bienvenida con el impreso en el informe que recibí. Esta aquí. Un pequeño pueblo en el interior de Minas Gerais. Dios me ayude en esto nueva etapa, porque no puedo imaginar lo que puede pasar. Desde el momento en que cruce esa línea, mi antigua vida estará muerta hasta nuevo aviso . Miro mi mirada en el espejo retrovisor, dejando escapar un suspiro de resignación por mi nuevo cabello. ¿Rojo? ¿En serio? No tengo apego al color anterior, pero tuve que elegir el rojo claro. A medida que el auto avanza por las calles, registro mentalmente cada pequeño detalle. Veo el hospital municipal, que es sorprendentemente grande y está bien ubicado en la ciudad. Hay un supermercado, un cibercafé, una farmacia... De repente me siento emocionado. La gente en la calle parece amable. Me irá bien, todo irá bien, y pronto me estabilizaré aquí, en una ciudad de poco menos de cuarenta mil habitantes, diferente a la capital metropolitana a la que estoy acostumbrado. La casa que me asignaron está en un barrio aparentemente tranquilo, pero que no me da muchas respuestas de inmediato. Ya tendré tiempo de averiguar qué tipo de barrio es. Espero que no sea violento. La fachada de la casa es blanca y ha sido recién pintada, hay dos pequeños árboles en la acera, y para rematar, modernas ventanas de vidrio. Hay una barandilla blanca en el frente, un bonito y pequeño porche donde tal vez pueda poner una mecedora y ver la calle detrás de la barandilla. Abro la puerta y conozco mi nuevo hogar. Está ordenado. La primera habitación tiene un sofá negro y sillones foreados que combinan estratégicamente con las almohadas y la alfombra. Se destaca un televisor en la pared de ladrillos, me imagino comiendo aquí mientras veo una serie. Abro las cortinas, asegurándome de que las ventanas estén enrejadas y ciertamente tengan un buen sistema de alarma. Todavía conozco la casa, que es pequeña, pero puedo hacer que se parezca a mí. Por ahora es como lo pedí; Gasté de mi propio bolsillo para tener mi propia casa en lugar de esperar a ver dónde me pondrían. Después de llevar mis maletas adentro, empacar mi ropa en el armario, lo que me robó la mayor parte de mi tiempo, y ducharme, camino a la cocina, pensando en lo que voy a preparar. Suena mi celular restringido y lo contesto de inmediato. Ni siquiera dudo antes de responder. Sé que es la delegada Miriam, después de todo, solo ella tiene ese número. - Miriam. - ¿Llegaste bien? ¿Está todo en orden? - Sí. Llegué hace horas, todo parece tranquilo. Abro la nevera, considerando lo que puedo hacer para una cena rápida. - Tancredo te enseñó a ver las imágenes de la cámara en la computadora, ¿no ? - Sí. Compruebo el cuaderno sobre la mesa de la cocina de cuatro plazas. Y me enseñó a poner la alarma ya manejar el arma. - Excelente. No decaigas: eres psicóloga infantil hasta que fnalice este período.