/0/18380/coverbig.jpg?v=c40a618b0a9b5e0d5de4d6702928fd90)
La vida con Mateo era un sueño hecho restaurante, "El Corazón de México", y un bebé en camino. Pero un día, sobre su cabeza, lo vi. Una burbuja de diálogo flotando, como un subtítulo maldito, mostrando sus pensamientos más oscuros. "Tranquila, mi vida. Ya colgué. Sofía estaba en la sala, casi me cacha. Te marco en un rato." Y luego, otra más, aún peor. "Camila: ¿Cuándo le vas a decir a la estorbosa de tu esposa que se quite de en medio?" Descubrí que mi hijo era un "obstáculo" en su plan para un "imperio culinario" con su sous chef, Camila. Sentí una naúsea que nada tenía que ver con el embarazo, sino con la bilis amarga de la traición. ¿Cómo era posible que el hombre que amaba, el padre de mi hijo, pensara de mí y de mi bebé como "ingredientes vencidos"? La frialdad me invadió, apagando el dolor y encendiendo una resolución de acero: No me quedaría de brazos cruzados. No permitiría que mi hijo naciera en un nido de mentiras. Decidí recuperar lo que me pertenecía, cada centavo, cada esfuerzo. La guerra había comenzado, y yo iba a ser la escritora de mi propio final, un final sin él.