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El olor a desinfectante del hospital me ahogaba, recordándome a la muerte. Lo último que recordaba era caer de una azotea, el rostro aterrorizado de un bombero y luego, la oscuridad. Desperté en esta cama, confundida, sin entender cómo. Mi familia, quienes me criaron, me habían estado engordando como cerdo para el matadero, todo por un hígado para su 'preciosa hija biológica', Camila. Y mi novio, Marco, el famoso reguetonero, el hombre que creí que me amaba, solo me usaba para las cámaras. La verdad se derrumbó sobre mí el día de mi cumpleaños número 25: los documentos de donación de órganos, las conversaciones secretas, y fotos de Marco y Camila como amantes. La traición fue tan completa que mi vida entera perdió su color. El dolor de la cicatriz de la cirugía no se comparaba con el de mi pecho, así que subí a la azotea, en la víspera de Año Nuevo, con los fuegos artificiales burlándose de mi sufrimiento. Quería saltar, pero el miedo de dañar a un inocente me detuvo. De repente, un joven bombero se me acercó, gritando con una convicción que me heló la sangre: "¡A mí sí me importas!". Le creí, le tomé la mano y me alejé del borde, pero en un instante de desesperación y burla de la multitud, corrí y me lancé de nuevo desde la azotea. "¡Sofía!", fue lo último que escuché antes del impacto brutal. Pero ahora estoy aquí, en un hospital, sin un rasguño. Lupita, mi asistente, corrió hacia mí, mencionando algo sobre el desmayo en la alfombra roja, y de repente, una esperanza loca me invadió. "¿Hoy es Navidad?", pregunté. "¡Sí!", me respondió. ¡Había regresado! Un mes antes de que mi mundo se hiciera pedazos. El destino me dio una segunda oportunidad, y ahora mi única misión es proteger al hombre al que ni siquiera conocía por su nombre, el bombero que murió por mí.