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El aroma a mole de olla llenaba nuestro departamento, un olor que antes era sinónimo de hogar, de amor, pero que ahora parecía irritar a Mateo, mi pareja de diez años. Estaba sirviendo la cena cuando su voz fría me golpeó: "Otra vez con esos olores tan fuertes, Sofía? Llego muerto de la chamba y la casa huele a fonda." Minutos después, su teléfono vibró, exponiendo un mensaje de una tal "Carla": "Extrañándote. ¿Cuándo nos vemos?". Carla, su ambiciosa compañera de trabajo. Y la fachada de nuestra vida perfecta se derrumbó. La traición me caló los huesos, pero el verdadero shock fue la audacia de su plan: no solo me engañaba, sino que había orquestado una cruel farsa para hacerme sentir que la "loca y celosa" era yo. Luego averigüé que su "verdadero amor" era una becaria, una "LunaEstrella8". Todo fue un juego retorcido para librarse de mí sin ensuciarse las manos. Mi dolor se transformó en una furia fría. Ya no era solo una infidelidad; era una humillación calculada. Pero él no sabía que la chef Sofía, la que le preparaba mole con amor, también sabía cocinar una venganza que él jamás olvidaría. Estaba a punto de descubrir que con la comida, y con las mujeres, no se juega, mi corazón se volvió de piedra.