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El olor a gasolina y el grito de mi Luna. Eso fue lo último que recordé. Atrapada en el coche, vi a Ricardo, mi esposo, afuera bajo la lluvia, impasible, mientras los hierros retorcidos me perforaban la pierna. A su lado, mi prima Laura sonreía cruelmente. Acababa de heredar una fortuna y ellos lo querían todo. Me di cuenta de que habían planeado esto. Todo. Cerré los ojos, jurándome venganza si había otra vida. Y de repente, los abrí. No había humo, ni dolor. Estaba en mi sala, Luna en mis brazos, jugando con un cochecito de plástico. Todo era exactamente igual al día en que llegó la herencia. Mi teléfono vibró con un mensaje del banco: "Estimada Sra. Sofía, se ha realizado una transferencia a su cuenta por 20,000,000 de pesos." Había vuelto. Había regresado al pasado. La ira y la determinación me invadieron. Esta vez, iba a proteger a mi hija. Iba a salvar mi negocio. Y esos dos pagarían por lo que me hicieron. Esta vez, yo tenía el control.