-No es que no quiera, amiga. Es solo que esperaré al fin de semana que Vannah esté libre de su guardia en el hospital y viajaremos juntas para celebrar con mi papá.
-Pero vamos, aguafiestas. Disfruta de la vida que es corta-dice en tono dramático su amiga y Daria suelta una carcajada al verla como coloca sus manos en las caderas.
-Está bien, está bien, pero volveré temprano, no pienso descuidar mi descanso diario y mi tratamiento de belleza.
-¡Yes!-su amiga celebra tras la pantalla y se acerca a ella quedando solo sus ojos y naríz como si fuera un bicharraco- Te paso a buscar a las ocho.
-No te preocupes, yo llegaré.
-¿Me lo prometes? Sino te juro que te iré a buscar de las mechas a los dormitorios.
-Te lo prometo, Cat. Ahora, déjame colgar que tengo que hacer algunas cosas antes de vestirme y salir a mi linda fiesta de cumpleaños.
Daria colgó la videollamada y comenzó a buscar qué ponerse, era su cumpleaños y sus amigos le habían organizado una pequeña celebración en el bar de uno de sus amigos y ya le había prometido a su amiga Cat que estaría ahí, aunque pocas ganas tuviera.
A los pocos minutos, encontró esa hermosa falda roja plisada que le regaló su hermana para su cumpleaños número veintiuno, lo combinó con una linda blusa negra y esas botas hasta las rodillas que se compró en el mercado de las pulgas de la universidad.
Se duchó y depiló, quería estar apropiadamente bien si pasaba algo con ese chico que tanto le gusta, ya habían hecho match y estaba segura que después de su conversación con su amiga el chico estaría ahí. No la juzguen, es una chica vivaz y libre que ama la vida por sobre todas las cosas y, a diferencia de su hermana le gustaba de vez en cuando pasar una buena tanda de sexo sin compromiso.
Mientras se aplicaba el labial, su teléfono volvió a sonar, pero ahora era su hermana la que la llamaba.
-¡Holi!
-¡Feliz cumpleaños, preciosa! Que los cumplas feliz. Te amito.
-Gracias, hermanita, te amito yo también. ¿cómo va todo en tu internado?
-Cómo la mierda-su hermana bufa cansada y un tanto molesta-, pero ya sabes, esto de pasar por todas las áreas antes de decidir a cuál nos vamos a dedicar y yo ya tengo claro que es lo que quiero. ¿Y tú? ¿Cómo van los estudios?
-Pues extenuantes, no hayo la hora de que terminemos y te siga en el hospital.
-Pero estás a nada, hermanita. ¡Yo sé qué puedes!
-Lo sé, lo sé, ambas nos quejamos de llenas, hermana. A propósito ¿ Vendrás tú o voy yo a buscarte?
-Preferiría que vengas tú, así me rescatas como mi princesa caballero y aprovechas de ver el lugar, te conozco y sé que te gusta más esa idea.
-¡Bruja! Pero tienes razón, me parece perfecto, el viernes llego en la tarde a buscarte a tu hospital. Ahora, voy saliendo para celebrar con los chicos en el bar de Jim.
-No bebas demasiado, ya sabes como te pones con un poquito de alcohol.
- ¡Eres un incordio, Savahnnah Lewis!-la chica chilla molesta, pues su hermana la trata como una bebé, aunque tienen once meses de diferencia.
-Perdón, su majestad, pero de verdad hermanita, cuídate mucho, eres nuestro solesito y lo sabes, sólo me preocupo por ti.
-Ya, ya, mamá gallina, lo prometo.
A lo lejos se escucha que alguien llama a su hermana y esta despide mandándole muchos besitos y deseándole que la pasara muy bien en su fiesta de cumpleaños, ambas hermanas se adoran y les gusta compartir mucho entre ellas su día a día, pero desde que Savannah había comenzado sus pasantías estos cortitos tiempos tras el auricular o la pantalla era lo que tenían y lo aprobechaban al máximo...
La hora había llegado y una chica rubia, de ojos grises y una sonrisa angelical sale de su cuarto para celebrar junto a sus amigos su cumpleaños, cierra la puerta de su habitación, revisando que todo esté perfectamente ordenado y guardando su celular en su bolso. Baja por las escaleras, como siempre, pues le ayuda a mantener esa perfecta silueta de reloj de arena y saluda a varios de sus compañeros de dormitorio en el paso.
Al salir, los rayos del sol ya están desapareciendo en la villa universitaria, respira el aire que llena sus pulmones y toma su bicicleta.
Mientras sale del campus, su teléfono vuelve a sonar y decide detenerse y fijar el freno de su bicicleta, saca el teléfono de su bolso y contesta.
-Hola.
Siente los pasos de alguien tras ella y vuelve a preguntar quien la llama, lo más extraño es que los sonidos que se escuchaban detrás de la línea ahora los escucha casi a su lado. La respiración acelerada y los pasos raudos se hacen más cercanos que de la nada corta la llamada y se da la media vuelta para mirar y en ese segundo de descuido todo se vuelve negro.
Esa sería la última vez que tendría una conversación así con su amiga Cat, la última vez que llamaría a su hermana para contarle que pasaría su cumpleaños con sus amigos, la última vez que vería la luz...
Con esta pequeña introducción damos comienzo al Despertar de la bella durmiente, la historia de Daria y Agustín.
Seguiremos en este mismo libro para que no pierdan la pista.
Las actualizaciones serán tres veces por semanas y recuerden no será una historia larga.