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Alejandro Ramírez, "El Toro", la inquebrantable estrella de la lucha libre, se había entregado por completo a Isabella, su mánager y el amor de su vida. Ciego de confianza, la creía su todo, la arquitecta de su éxito y su felicidad. Cuando ella le ofreció una bebida para "relajarlo" antes de su gran pelea, él, como siempre, obedeció sin dudar. Pero su mundo idílico se hizo pedazos. Al recuperar la conciencia en una clínica clandestina olorosa a antiséptico, un dolor agudo lo paralizó. Entonces, una conversación entre Isabella y su amiga enfermera reveló la inimaginable verdad: ¡su riñón había sido extirpado para salvar a Ricardo, el vago músico por quien Isabella suspiraba abiertamente, y ella misma había abortado a su hijo por la presión de ese hombre! La fría crueldad de Isabella lo golpeaba más fuerte que cualquier golpe en el ring. Él no era más que una "almacén de órganos", un peón dispuesto a ser sacrificado. Ella lo arriesgaba ante golpes de mafiosos para proteger a su amante, lo exhibía en galas como un trofeo mientras planeaba un falso compromiso. Cada intento de "reconciliación" era una nueva humillación para alimentar su fachada. ¿Cómo pudo amar tan ciegamente a una mujer capaz de tal depravación? La traición de Isabella no era solo un dolor, era un veneno que corría por sus venas, convirtiendo su corazón antes lleno de amor en cenizas frías. La confusión y la rabia luchaban por su alma devastada. Pero de las cenizas nació una determinación inquebrantable. Con el video de la infidelidad de Isabella como prueba irrefutable, Alejandro, el Toro, decidió que había dado suficiente. Bloqueó su número, desechó el dolor y, con un último adiós a su infierno, se dirigió a Guadalajara, dispuesto a escribir un nuevo capítulo. Pero, ¿podrá el "amor" verdadero curar heridas tan profundas?