Me casé para Salvar a la Bodega de mi Familia. Él amaba a otra. "Amo a otra mujer", me confesó Máximo, mi flamante esposo, justo después de firmar la alianza que unía dos imperios vitivinícolas por tres años. Era un contrato, una farsa perfecta para su familia. Me usó como parapeto y como herramienta, mientras su corazón y su vida giraban en torno a Valeria, su amante. Soporté en silencio su indiferencia, las mentiras descaradas sobre los "regalos" que me hacía, las humillaciones públicas, e incluso los azotes de su propia madre, Inés, quien me trataba como una máquina de procrear. Todo mientras él se desvivía por Valeria, dedicándole cada pensamiento, cada acción. Pero el punto de no retorno llegó cuando me dejó tirada en el suelo de un hospital para consolarla a ella. "Es solo un poncho, Sofía", dijo Máximo, arrojando un cheque a mis pies, pagando por la herencia de mi abuela que Valeria había destruido. Fue la gota que colmó el vaso. Mi amor, mi tiempo y mi dignidad habían sido pisoteados durante tres años. No entendía cómo pude haber sido tan ciega. Ese día, firmé el divorcio sabiendo que un capítulo terminaba. ¿Pero qué harías si, años después, el mismo hombre que te humilló y lo perdió todo, se arrastrara de rodillas, implorando tu ayuda para salvar su ruina? ¿Te vengarías o lo dejarías hundirse solo en la oscuridad que él mismo creó?
