/0/17947/coverbig.jpg?v=1bb74a4eaf99dea94c516119ba0aea40)
Ocho años de matrimonio. Ocho años de un silencio ensordecedor y una soledad abrumadora en mi propia mansión. Pero nada me preparó para el día de nuestro aniversario, cuando Alejandro, mi esposo, llenó cada rincón de nuestra casa con novecientas noventa y nueve rosas rojas, sabiendo la profunda aversión que sentía por ellas. La burla fue aún más cruel cuando supe que era cómplice de su secretaria, Mónica, la mujer que poco a poco había usurpado mi lugar, no solo en su vida, sino en la de mi propio hijo. En medio de todo, una verdad más oscura y desgarradora se reveló: la pérdida de un bebé que ni siquiera sabía que llevaba dentro, un dolor que enfrenté completamente sola. Me di cuenta de que mi vida anterior, aquella jaula de oro, había terminado. "Quiero el divorcio, Alejandro." Susurré, pero mi voz sonó como un grito de guerra en el corazón de un infierno de rosas. Había llegado el momento de luchar, no solo por mi libertad, sino por todo lo que me habían arrebatado.