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Mi hijo Carlitos, mi campeón, lo era todo para mí. Había donado mi valiosísima colección de artefactos prehispánicos, un legado ancestral, al Museo Nacional. Todo para asegurar su lugar en el prestigioso "Encuentro de Líderes Comunitarios del Mañana", su gran sueño. Pero al día siguiente, el mundo se vino abajo. Carlitos regresó a casa, con los ojos llenos de lágrimas, sollozando que le habían arrebatado su lugar. Se lo habían dado a Ramiro Jr., el mocoso arrogante, cuyo padre, el magnate Ramiro "El Buitre" Guzmán, había comprado el puesto con un millón de pesos. Cuando enfrenté al director, Ramiro Guzmán se mofó, diciendo que en este mundo "las cosas no se ganan, se compran". Con desprecio, agitó una tarjeta de crédito negra, sin límite aparente, alardeando de su poder. Pero el horror me golpeó al reconocerla: era la tarjeta adicional que le había dado a mi esposa Sofía. Era el dinero que yo había ganado. El "Buitre" no solo robaba la oportunidad de mi hijo, ¡era el amante de mi esposa! La traición me caló hasta los huesos. Apreté los puños, la rabia crecía en mi interior. ¿Cómo pudo Sofía, mi propia esposa, hacerme esto? Bloqueé la tarjeta al instante y me acerqué a Ramiro. Con voz helada, le pregunté: "¿Si esa tarjeta realmente puede sacar un millón de pesos de mi cuenta, qué te parece si me arrodillo aquí mismo y te llamo 'papá'?" Hice una pausa. "¿Pero gastar mi dinero en tus amantes y encima querer que un muerto de hambre como tú pisotee a mi hijo? Ni en tus sueños, pendejo." El Jaguar había despertado.