/0/17377/coverbig.jpg?v=e5d30717986bdb89bf235ed162227ec9)
Mi nombre es Sofía, y para mis padres, era la hija biológica. Pero después de mi secuestro infantil, regresé a casa para encontrar a mi lugar ocupado por Valeria, la hija adoptada que llenó mi vacío. De princesa de la bodega "Sol de la Mancha", pasé a ser una empleada ignorada, una sombra en mi propio hogar. Un día, mi padre, enólogo jefe, anunció que un lote de uvas estaba contaminado con un pesticida tóxico y exigió trajes de protección para todos. Pero a mí, nadie me dijo nada. En cambio, mi madre, con una cámara en mano y una sonrisa, me ordenó pisar esas mismas uvas descalza para una sesión de fotos. Una astilla del día anterior me había dejado un pequeño corte en el pie, una herida abierta esperando el veneno. Mis padres y mi hermano, cubiertos con trajes protectores, y Valeria, segura a un lado, me observaban mientras el líquido tóxico se filtraba en mi piel. "¡Sonríe, Sofía!", gritaba mi madre, enfocando la cámara. Incluso después de que una jornalera me advirtiera del peligro, ellos siguieron grabando mi agonía. Cuando el veneno ya corría por mis venas, mi familia desestimó mi dolor, mi hermano me llamó "dramática" y "rústica", y mi madre solo se preocupó porque no manchara el suelo. La "princesa" Valeria, la causa de todo, fingía preocupación mientras mi padre la protegía, afirmando que yo debería estar "agradecida" por un techo y un trabajo. En ese instante, todo el amor y la esperanza de recuperar mi lugar se hicieron cenizas. Me di cuenta de que mi vida valía menos que la reputación de su bodega, o la comodidad de una extraña. ¿Realmente querían deshacerse de mí? Con el cuerpo tembloroso por el veneno, me inyecté el antídoto y supe que debía actuar. Esa noche, con el corazón roto pero la mente clara, busqué el número de la Consejería de Agricultura y la Inspección de Trabajo. Adjunté fotos del lagar contaminado con la mancha de mi sangre. Le di a "Enviar". Y luego, hice la maleta.