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El amor no es lo más importante para June, primero, porque no cree en que los sentimientos de las personas sean del todo sinceros, segundo, porque aquel suceso que vivió en su niñez y la marcó de por vida la sigue rodando por más que quiera huir de esa pesadilla. Pero el amor llega cuando menos se lo esperaba, del hombre que jamás imaginó sentir tanto y nada a la vez. ¿Podría ella olvidar su dolor en manos de aquel amor puro y cristalino que nació en medio de su adolescencia y se fortaleció en su adultez? ¿Podría permitirse aprender una lección de amor y otra de lujuria en manos de su primer y único amor?
Si no quieres creer en mis sentimientos, tendré que darte una lección de amor, para que comprendas que mi corazón solo puede estar hilado al tuyo un poco más allá de la eternidad y tu razón...
Quería gritar, pero mi voz no salía por alguna razón que desconocía. Quería levantarme de la cama y correr lo más lejos que pudiera de esa figura oscura que se cernía sobre mí, pero mi cuerpo no respondía por más que tratara de moverme. Me encontraba paralizada, asustada y muy angustiada porque mis sentidos no reaccionaban a mis mandatos. Y mis sentidos detectaban el peligro, sabía que ese hombre había regresado para hacerme daño y llevarme a la fuerza con él a como diera lugar.
¿Dónde están mis padres? ¿Dónde está Kilian? ¿Dónde está Mike? ¿Por qué ninguno hace nada por salvarme de ese hombre? ¿Dónde quedaron sus promesas de protegerme por encima de todo?
Intenté removerme una vez más, pero era imposible. Se sentía como si me hubieran atado todo el cuerpo. Era una situación asfixiante y abrumante. Mi corazón latía rápido dentro de mi pecho, tanto, que tenía miedo de que se saliera de mi cuerpo en cualquier momento.
-Eres igual de hermosa a tu madre - esa voz era imposible de olvidar, porque la tenía grabada en mis memorias y siempre llegaba en la cúspide de la noche para atormentar mi paz y mis sueños.
Más desesperación y miedo sentí por dentro al escuchar la voz de ese maldito demonio una vez más. Hice el intento de gritar de nuevo, justo en el momento que desvié la mirada y vi a mis padres acostados a mi lado, pero por más que gritaba, ninguno de ellos me escuchaba. Miré hacía otro punto de la habitación y Kilian se encontraba allí, sentado a una orilla de la cama, aun así, tampoco escuchaba mis gritos.
Cerré los ojos con fuerza, con la respiración agitada y el miedo fluyendo por todo mi sistema. ¿Qué debo hacer? ¿Por qué nadie me escucha? ¿Acaso se cansaron de protegerme? ¿Po qué ese hombre sigue buscándome? ¡¿Qué es lo que quiere de mí?!
Pero recordaba muy bien que ese hombre estaba muerto; sin embargo, seguía apareciéndose cuando mejor me encontraba, y todo ese doloroso pasado parecía haber quedado en el olvido, volvía a mi presente y lo destruía todo.
Sentís sus sucias manos recorrerme por completo a la vez que me decía lo mucho que me quería y lo bonita que era, lo parecida que era a esa mujer tan horrible y mala que recordaba en ciertos momentos de mi vida. Esas lágrimas llenas de miedo y frustración brotaron de mis ojos sin poder contenerlas por más tiempo. No podía respirar, sentía que allí mismo moriría. Me sentía imponente porque no podía escapar de aquella pesadilla en la que me encontraba, y nadie parecía tener la intención de ayudarme...
Pero, entonces, una cálida y suave mano me fue dando lo que tanto necesitaba. Su voz, aunque lejana, logró estabilizar los furiosos latidos de mi corazón, y su suave caricia en mi cabello me brindó calma. Esa sombra grande y terrorífica que me asechaba con insistencia fue deshaciéndose en el aire a gran velocidad hasta quedar hecha en polvo. Ese sentimiento de angustia y miedo que me tenía tan dominada hace un instante fue remplazado en cuestión de segundos por la tranquilidad absoluta. Ese aroma tan conocido para mis sentidos llenó a mi corazón de ternura y felicidad.
Al fin pude mover mi cuerpo de esas ataduras que me tenían inmovilizada, por lo que abrí los ojos con lentitud, pegándome al calor de ese cuerpo que me llevaba siempre a la serenidad cada que entraba en contacto con el mío. Su voz suave, profunda y llena de afecto, resonó en mis oídos, haciendo vibrar cada una de las venas que conformaban mi cuerpo:
-Tranquila, ya estoy aquí - susurró, acariciando mi mejilla con la yema de sus dedos-. Sigue descansando, yo cuidaré de tus sueños.
-F-fue horrible - hundí el rostro en su pecho, un poco avergonzada de que me viera llorar nuevamente-. ¿Por qué no puedo olvidar a ese hombre? Siempre se aparece en mis sueños a torturarme...
-No pienses más en ello, pequeña - tomó mi rostro entre sus manos y se acercó un poco más a mí-. Conmigo estás a salvo, lo sabes, ¿verdad? Sabes bien que, mientras esté aquí contigo, no tienes por qué volver a temer a nada. La promesa que te hice de niños sigue intacta.
Su rostro estaba tan cerca al mío, podía sentirlo a escasos centímetros, aunque la oscuridad no me dejaba contemplar su rostro a detalle. Su aliento tibio y fresco chocaba contra mi piel con extremo poder, como las otras veces que se acerca en demasía a mí, alteró los latidos de mi corazón. Su aroma, su cercanía, sus palabras, sus suaves caricias, el hecho de ser él hacía que mis pesadillas se desvanecieran en el aire como por arte de magia, y no entendía por qué lograba lo que otros no podían con tanta facilidad.
Miré sus ojos sin tener siquiera la capacidad de hablar. En ese momento deseé ver la claridad del cielo en su mirada, pero la poca luz que entraba por la ventana, los hacia ver negros en lugar de azules.
-Han pasado veinte años, Mike. ¿Por qué sigues entrando a mi apartamento como un ladrón? - le recordé, queriendo sonar graciosa, pero él se encontraba muy serio-. ¿Cómo es que aún sigues pensando en una promesa que me hiciste hace mucho?
-Te voy a contar un secreto, pequeña curiosa - su mirada se acentuó en la mía-. Eras tan indefensa, descuidada y chismosa, que desde el primer día en el que te conocí, sabía que mi deber era protegerte de todo a tu alrededor - descansó su frente en la mía y suspiró, cerrando los ojos con cansancio-. Y no estaba equivocado, pues unos años después, conocí ese dolor que has cargado tú sola por mucho tiempo y me juré que nadie volvería a tocarte un solo cabello. Desde entonces y con el miedo de que alguien pudiera hacerte otro daño más grande, me prometí a mí mismo y te prometí cuidarte y protegerte de todo aquel que tenga una mala intención contigo.
-Somos adultos, ya no tienes que cuidarme de nadie.
-Quizás no sea una persona la que te hace daño - besó la punta de mi nariz, incrementando esos latidos desbocados de mi corazón-. Debo protegerte de ti misma, de ese pasado que no puedes soltar por más que quieras, de esas pesadillas que te dominan cada que se cumple un año más de ese suceso. Quiero protegerte de eso que tienes guardado y quiere salir con fuerza para destruir todo ese trabajo que lograste de niña.
Mordí mis labios, reprimiendo ese sollozo que pretendía escapar de mis labios. Mike, a diferencia de mis padres y de mi propio hermano, es el único el que me ha visto completamente quebrada ante esos recuerdos que me invaden cuando menos me lo espero.
-Solo te puedo agradecer por haber venido.
-Sabía que me necesitarías - presionó mi cabeza contra su pecho, por lo que pude escuchar con claridad lo alterado que se encontraba su corazón-. Ahora duerme, mañana todo quedará en el olvido, como se supone debe ser.
El silenció nos envolvió a los dos, solo se escuchaba nuestras respiraciones intranquilas en medio de mi habitación. Todavía me seguía preguntando por qué seguía viniendo cada año, después de todo, él ya tenía una vida hecha muy lejos de la mía. Poco después y entre la comodidad de sus brazos, me quedé profundamente dormida, pero antes de cerrar los ojos y perderme en un sueño tranquilo, escuché una voz que me decía lo mucho que me seguía amando, aunque hubiera pasado el tiempo. No sabía si se trataba de un sueño más o de una absurda realidad, pero de algo estaba segura, era que no podía hacerme una idea con un hombre próximo a casarse y que además es parte de mi familia.
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