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Diego Zarathe ha viajado a Nueva Esparta con su hermana menor y su amiga con la intención de buscarles unos buenos hombres de sociedad a ambas y luego regresar a su hogar en Cumanique donde espera estar solo y tranquilo. Recordó que una vez en la capital una vieja amiga y viuda de un amigo de él, llamada Lorena Riego le había ofrecido su ayuda para la búsqueda de las parejas para sus amadas hermanas. Lorena siempre ha guardado un gran secreto y deseo por el amigo de su marido, pero nunca lo había aceptado. Lo que comienza con una pequeña ayuda se envuelve sin pensar en una noche de pasión que ellos nunca habían imaginado posible. ¿Se arrepentirá Diego de haberla recordado y buscarla? ¿Qué pasara en este reencuentro?
Siempre era una sensación de gran satisfacción al entrar en Nueva Esparta aunque tuviera que pasar por los sectores periféricos más pobres y populosos antes de llegar a Bella vista y sus espléndidas mansiones y calles lindas.
La ciudad emanaba un aroma y un aire de vitalidad y la promesa de concurridas y variadas actividades que llenaban todos los días de la estancia en la capital. Era aún más emocionante llegar al comienzo de la temporada social de Primavera, cuando todas las damas de la alta sociedad convergían en la ciudad.
Los miembros de la Copleit y Jeis acudían a Nueva Esparta en el inicio de la Primavera para divertirse. Y no cabe duda de que se divertían con la impresionante cantidad de bailes, cenas, conciertos, desayunos y fiestas al aire libre, por no hablar de la asistencia a teatros, visitas a jardines recreativos, paseos a pie y en coche por el elegante o excursiones para contemplar las atracciones turísticas, como la Museo de Nueva Esparta, o simplemente ir de compras en Meneses express.
Llegar a un día Primaveral constituía un atractivo adicional. El viaje desde Cumanique había sido largo y engorroso, y buena parte del mismo lo habían realizado con un tiempo tormentas y de lluvias, incluido algún que otro tranca de carretera que les había impedido avanzar con normalidad. Pero aunque la mañana había estado nublada, el cielo se había despejado en su totalidad durante la tarde y había salido el sol radiante.
-¿Es esto, hermano? -preguntó la hermana, la señorita Rosalba Pietri con mucho asombro acercándose con gran prontitud a la ventanilla del coche-. ¿Esto es Nueva Esparta querido Diego?
A lo mejor, quizás fuera una pregunta algo estúpida, puesto a que se acercaban más a la capital y era algo imposible confundir Nueva Esparta con uno de los pueblos por los que habían pasado durante el trayecto. Pero Diego Zarathela interpretó principalmente como una pregunta retórica y sonrió al observar la expresión de asombro de su hermana. Aunque había cumplido ventitres años, su experiencia en el mundo se había limitado hasta ahora a la finca que tenían en Cumanique.
-Sí, hermana esto es Nueva Esparta-respondió él con una sonrisa -. Casi hemos llegado, Rosalba.
-Diego pero este lugar tiene un aspecto muy sucio y desagradable -dijo su amiga que iba sentada muy tiesa junto a Rosalba, mirando con gesto desconcertado por la ventanilla sin acercarse a ella.
Habat, su amiga y gruñona, la señorita Habat Rells, a pesar de ello era muy apreciada por Diego -tenía veintiséis años. Diego tenía Veintinueve años. A menudo pensaba que Habat era una chica que se incorporaría a la sociedad muy tarde.
-Ya verás que cuando lleguemos a Bella vista cambiarás de opinión querida -le aseguró él.
-Fíjate, Habat -dijo Rosalba sin volver la cabeza frente a la ventanilla -mira cuánta gente hay en este lugar y que hermosos y encantadores edificios hay.
-Desengáñate, esto no es Nova. Pero aún no hemos llegado a Bella vista. Espero
que no te lleves un chasco nada más llegar.
Rosalba y Diego fruncieron los labios. Su amiga Habat tenía un sentido del humor ofensivo.
-Apenas puedo creer que estemos aquí -dijo Rosalba.
-Te aseguro que pensé que nos estabas mintiendo cuando después de Navidad propusiste que viniéramos, Diego. ¿Crees que tan pronto lleguemos recibiremos muchas invitaciones? En Esperanza eres una persona muy importante.
-Soy un caballero con mucho dinero, inmuebles y tierras, Rosalba -respondió él a su hermana
-Eso es suficiente. Nos invitarán a todas partes. No tengas temor, al término de la temporada social, habré encontrado a dos buenos partidos para las dos. O los habrá encontrado Sharloth.
Sharloth, era la hermana mayor de Diego, Rosalba, tenía tres años más que él y era la esposa del Caballero Townhouses.
Iba a venir también a Nueva Esparta con su marido con el expreso propósito de patrocinar y hacer de carabina a su última hermana y a su amiga, las únicas mujeres de la familia que quedaban por casar. Eran siete, dos de ellas se habían casado antes de que Diego regresara a casa tres años antes, a instancias de su padre, que estaba un poco delicado de salud. Él había permanecido ausente varios años, primero como empresario, durante las Guerras de Economía Peninsulares, otro año o más entregándose a libertinajes con sus amigos.
Pero tiempo después había regresado a casa, aunque a regañadientes, había enterrado a su padre cuatro meses más tarde y había asumido la vida de un rico hacendado dedicado a regentar su propiedad, la cual había estado un tanto abandonada durante los tres últimos años de la vida de su padre. Había casado a tres de sus hermanas con respetables caballeros y sólo le quedaba por casar a estas dos, las cuales vivían con él bajo su responsabilidad. Siguiendo la sugerencia que Sharloth había hecho durante las fiestas navideñas, había decidido llevarlas a Nueva Esparta, al gran mercado del matrimonio. Sería un gran alivio ver a las dos últimas mujeres de su familia convertidas en unas respetables señoras casadas, para poder disfrutar al fin solo de su casa y de su vida. Uno de los principales motivos por qué decidió ser empresario había sido el deseo de escapar de un hogar plagado de muchas mujeres. No es que no quisiera a su hermana y a su amiga. Pero la paciencia de un hombre tiene límites. Jamás había imaginado que en plena flor de su vida tendría que dedicar varios años a organizar bodas para las mujeres que convivían con el.
-Hermano estoy segura que habrá un montón de mujeres más bonitas que yo, y más jóvenes. No creo que atraiga a muchos pretendientes -dijo Rosalba.
-¿De modo que deseas atraer a muchos pretendientes, Rosalba? -¿No te conformas con un caballero rico y apuesto, que te amé y tú a él? La preocupación se borró del rostro de Rosalba y se echó a reír -inquirió él sonriendo y haciéndole un guiño
-Por supuesto hermano, que me conformo con un caballero de esas características -respondió.
Diego sospechaba que Rosalba había sufrido algún desengaño amoroso. Su hermana menor se había casado hacía casi un año. Pero su esposo, un joven y agradable caballero de posición respetable y acomodada, que había alquilado una propiedad no lejos de Esperanza unos meses antes de que él regresara a casa, al parecer había dirigido sus atenciones a Rosalba antes de hacerle la corte a Elizabeth. Rosalba, una joven de corazón bondadoso e inquebrantable sentido de la lealtad, solía quedarse con frecuencia en casa en lugar de asistir a fiestas en el pueblo y otras diversiones con sus hermanas. Se quedaba para hacer compañía a su achacoso padre, cuyo estado de salud siempre parecía empeorar cuando sus hijas tenían previsto participar en un evento o asistir a una fiesta. De modo que su pretendiente había decidido cortejar a Elizabeth, que era más accesible y de esa manera la rechazo a ella.
Francelys Darthe, la cazavampiros sabe que es la mas experta en lo suyo. Lo que no sabe es si será suficientemente buena para llevar a cabo esta misión. La ha contratado el arcángel Antonio, un ser tan bello como peligroso, una criatura que aterraría a cualquier mortal. Francelys también sabe que el fracaso no entra en sus esquemas, ni siquiera cuando la misión es imposible porque esta vez no tiene que rastrear y capturar a un vampiro. Francelys se verá inmersa en una matanza como ha visto pocas, que la pondrá al borde de la vida... y de la pasión.
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