Ella no llora; solo está recostada sobre mi pecho mientras yo me limito a acariciar su espalada y uno de sus brazos al tiempo en que poso mi mentón sobre su cabeza.
Ambos nos mantenemos en absoluto silencio; no articulamos palabra alguna. Lo único que se escuchaba, en sí, eran nuestras suaves respiraciones y el sonido de las hojas ser batidas por el viento (viento que, en todo momento, arremetía contra nuestros cuerpos y nos hacía sentir un frío extrañamente tranquilizador). Era raro sentir eso en un lugar como este. Generalmente, cuando voy con Ángeles a visitar a nuestros padres, lo único que sentía era nostalgia y tristeza; sin embargo, en este momento, sentía... paz.
-¿Hay mucha tranquilidad aquí, no crees? -se anima a hablar Austral, en medio de un susurro.
-Sí... y es... extraño -siseo mientras continúo abrazándola y esperando a que ella siguiese hablando; sin embargo, ello no sucede, así que, ante su silencio, decido tomar la palabra.
-¿Quieres cantar? -pronuncio sin más y, en menos de dos segundos, Austral eleva su mirada hacia mí.
-¿Qué? -interroga extrañada al mirarme fijamente, con lo cual puedo notar la magnitud de la hinchazón de sus ojos y la rojez de aquellos-. ¿Están muy feos? -cuestiona apenada.
-¿Qué?
-Mis ojos -especifica-. ¿Están muy feos? -repite otra vez y, ante ello solo atino a llevar una mano hasta su rostro y acunar una de sus mejillas mientras comienzo a negar con la cabeza-. No mientas -pide; y yo sonrío.
-Tus ojos son hermosos, Austral -expreso sincero en un susurro; y ella me sonríe.
-Buena respuesta, Kansas White... -articula con suavidad.
-Solo digo la verdad -respondo al mantener ese tono de voz tan sutil como para no destruir el agradable ambiente e paz.
-Si me decías que tenía los ojos más hermosos que hayas visto, no te creía...
-Tienes los ojos más hermosos que haya visto.
-Estás mintiendo -refuta ella al... sonreír; y aquello me alegraba, así que, en ese instante y sin premeditación alguna, comienzo a acariciar sus labios.
-¿Por qué afirmas eso? -siseo con tranquilidad.
-Porque Ángeles tiene unos ojos muy hermosos -precisa sonriente; y yo hago lo mismo.
-Los heredó de mi madre -le cuento-. Ángeles es muy parecida a ella; es casi su vivo retrato.
-¿Y tú te pareces a tu papá?
-Sí, me parezco más a mi papá...
-¿Tus ojos los heredaste de él? -interroga curiosa al observarme con detenimiento; y yo niego.
-No. Yo los heredé de mi abuelo...
-Debo confesar algo...
-Dime; seré una tumba -le prometo; y ella sonríe mientras yo acaricio sus pómulos con el dorso de mis dedos.
-Ángeles tiene unos ojos muy hermosos, pero debo confesar que los tuyos son los más hermosos que yo haya visto -señala firme al mirarme-. Me gustan mucho; el color es único... -puntualiza; y yo sonrío-. ¿No me digas? ¿Una ex novia ya te lo dijo, cierto? -interroga un tanto... ¿celosa? (lo cual me parece divertido).
-¿Estás celosa, Austral Foster? -me atrevo a preguntar; y ella desvía su mirada de mí por unos instantes.
-No, no lo estoy...
-¿No? ¿Segura? -cuestiono divertido; y ella sonríe.
-¿Tus ex novias eran tan insoportables como yo? -cuestiona de pronto, lo cual me sorprende.
-No, ninguna era como tú -respondo en el acto; y ella sonríe- ¿Qué hay de tus ex novios? -me atrevo a preguntar; y ella se queda en silencio otra vez.
-Solo he tenido un ex novio -contesta luego de varios segundos.
-¿Solo uno? -inquiero impresionado; y ella asiente con su cabeza-. ¿No estás... bromeando? -cuestiono con cautela; y ella sonríe.
-Solo uno -confirma-, pero resultó ser un completo idiota -señala con serenidad-. Ya ni vale la pena acordarse de él... -concluye y luego, se queda mirándome.
-¿Cómo te sientes? -le susurro al tiempo en que me acerco a ella para darle un beso en su entrecejo (lo cual la hace sonreír).
-Contigo..., siempre mejor...
-Sabes cómo conquistar a un hombre, Austral Foster -siseo; y le doy un beso en una de sus sienes.
-Y tú sabes cómo conquistar a una mujer, Kansas White.
-Eres especial, Austral -me atrevo a recordarle.
-Tú también eres especial, Kansas -contesta serena a la vez que comienza a separarse de mí.
-¿Qué pasa? -murmuro para sí.
-Pasa que..., tal vez..., te parezca un poco... raro o extraño, pero... quiero presentarte, formalmente, a mis padres -menciona al señalar la lápida que tenía escrito dos nombres con el apellido Foster: William y Mery.
-Primero, diré que no es extraño o raro -puntualizo sereno-, sino todo lo contrario; es agradable y es todo un honor que me presentaras a tus padres -expreso sincero-. Yo también prometo presentarte a los míos...
-Será un honor también...
-Bueno, preséntamelos -le pido; y ella asiente.
-Mi padre es William Foster... -me cuenta al dirigir su mirada a la lápida-. Yo le decía abuelo, pero, en realidad, era mi padre -sentencia; y aquello era un detalle nuevo para mí-. Y Mery Foster, mi madre -completa y luego, se gira a mirarme y yo solo decido sonreírle.
-Tu padre fue un buen hombre -afirmo; y ella sonríe.
-Sí, lo sé -acota orgullosa.
-A tu madre no la conocí, pero imagino que también habrá sido una buena mujer...
-Lo fue. Mery Foster fue la mujer más tierna y amorosa que pude haber conocido -señala con nostalgia-. Ella... siempre se preocupaba por mí y por Brescia...
-Brescia -articulo, de forma involuntaria, el nombre de mi ex novia.
-Sí, Brescia. Ella es mi prima -informa al mirarme- o, mejor dicho, mi sobrina...
-¿Tu sobrina?
-Sí, mi sobrina -puntualiza-. Brescia es hija de Ariel, mi hermano; sin embargo, siempre nos han criado a las dos como hermanas, aunque, al final, terminamos llamándonos primas...
-Entiendo -es lo único que me atrevo a articular, ya que hablar de Brescia me recordaba que tenía que contarle todo a Austral y lo iba a hacer. Solo debía encontrar el momento adecuado y este creo que no lo era.
-Hoy discutí con mi familia -menciona de pronto al mirarme-. Aunque imagino que eso ya lo sabrás, ¿cierto? -interroga algo decepcionada-. ¿El escándalo fue muy grande?
-No, no; nada de eso -refuto al instante-. Yo... no me hubiese enterado de no ser porque...
-¿De no ser porque...?
-De no ser porque tu amigo Peter me buscó -le informo.
No sabía si decirle eso, pero, al final, lo hice.
-¿Peter te buscó?
-No me contó nada de lo que haya pasado -le aclaro-. Solo me dijo que habías salido de tu oficina y me trajo aquí -le cuento-. Yo ya estaba terminando de cerrar cafetería; iba a ir a buscarte...
-Menos mal no llegaste -precisa al interrumpirme-. Hubiese sido vergonzoso que hubieras presenciado...
-Nada puede ser vergonzoso, Austral -menciono al interrumpirla- Todas las familias tienen discusiones -puntualizo.
-Sí, supongo que sí -contesta no muy convencida.
-¿Qué pasó? -decido preguntar, después de llevar un momento pensando en si hacerle aquella pregunta.
-Cancelación de sus tarjetas de crédito -articula al dejar salir una pesada respiración de sus labios-. Mi padre... -me mira fijamente- me dejó un mentor -me comenta-. Él me enseñó a manejar la empresa durante diez años. Desde que estuve en la universidad, me gradué y comencé a hacer mis especializaciones -señala-. Hace apenas tres años tomé la presidencia y Hschieldf tomó su retiro -menciona-. Decidió regresar a Estocolmo, su país, con su esposa y, desde entonces, solo hablamos cada vez que es necesario o cuando tengo que viajar a Suecia por negocios y aprovecho para visitarlo-me cuenta-. Bueno, el asunto es que no sabía que él tenía la potestad de cortar y cancelar cualquier línea de crédito de Ariel y su familia -señala-. Hoy recibí un correo suyo explicando eso y Ariel se molestó, al igual que Celine y... Brescia. Pensaron que había sido yo quien había cancelado sus tarjetas de crédito... -concluye; y aquello me extraña.
Me extraña debido a que una persona solo tiene autorización de cancelar una tarjeta de crédito de una sola manera: siendo el titular y asumiendo los pagos de aquella.
«Y eso contradiría lo que Brescia me dijo», preciso en silencio.
-¿Tu... -no sabía si hacer esta pregunta- hermano no es el titular de la tarjeta? -interrogo lo más natural posible.
-No, Ariel no es el titular -responde como cansada.
-¿Entonces?
-Era yo -precisa-. Bueno, al menos, eso creía -añade al respirar con pesadez-. El asunto es que ya no tienen línea de crédito y lo único que les queda es la pensión que mi padre les asignó -agrega; y aquello vuelve a tomarme por sorpresa, ya que se supone que la familia de Brescia no recibía nada y yo... había creído eso.
Me hubiese gustado seguir preguntando; sin embargo, aquello iba a ser demasiado indiscreto.
-Estoy muy cansada de todo esto -señala de forma repentina al tiempo en que se tira al césped y se echa por completo sobre él-. A veces quisiera desaparecer por unos días -precisa; y aquello me hace sonreír.
-Creo que muchos hemos deseado eso al menos una vez -le respondo con tranquilidad al acostarme a su lado.
-¿Dónde te gustaría perderte? -cuestiona curiosa.
-Pues... Ángeles y yo siempre hemos hablado de un lugar en el que haya colinas verdosas, un cielo completamente despejado y azul, en el cual podamos ver muchas estrellas de noche...
-Eso suena bastante bien -suspira.
-¿A ti? -dirijo mi mirada a ella para, así, encontrarme con su delineado perfil-. ¿A ti dónde te gustaría perderte?
-A mí -susurra soñadora-. Yo solo quisiera perderme en una casa que esté muy cerca de un lago; un lago inmenso en el que pueda nadar durante el verano y en el cual fuese a acampar en invierno. Ahí me gustaría perderme -determina con suavidad al girarse a verme y sonreírme-. Quisiera un lugar sin ruido más que el que cause la naturaleza -precisa; y yo sonrío instintivamente.
-Ángeles y yo también hemos pensado en eso -le comento-. A ella le gustaría vivir en una casa no muy lujosa en la que pudiese criar a algunos animales...
-¿Criar animales? -interroga sorprendida.
-Sí, criar animales -respondo sonriente-. Luego de su operación, estudiaré y ahorraré dinero para buscar esa casa.
-¿Te irás de la ciudad? -cuestiona de inmediato y algo preocupada.
-No; no lo haré -le sonrío- Supongo que la casa solo será para que ella pase ahí su temporada de vacaciones -señalo-. Yo... ahora -la miro fijamente al tiempo en que tomo su mentón con una de mis manos- no tengo intención alguna de mudarme -sentencio firme; y ella sonríe-. Y créeme que Ángeles tampoco -añado; y aquello provoca que Austral sonríe mucho más.
-No sabía que a Ángeles le gustasen los animales...
-Ama a los animales -sonrío.
-¿Qué animales le gustaría criar?
-Primero, una vaca -comento divertido; y Austral se ríe ligeramente.
-¿Una vaca? -inquiere divertida.
-Sí, una vaca, patitos, gallinas, gallos, cabras, cerdos, todo lo que se te ocurra.
-Quiere una granja...
-Sí; es lo quiere -confirmo sonriente-. Aunque no me imagino a mi hermana como granjera -manifiesto divertido.
-¿Por qué?
-No lo sé -me encojo de hombros-. No me imagino a Ángeles ordeñando a una vaca aún.
-¿Crees que la vaca la dañe?
-No -contesto tajante-. Todo lo contrario, temo a que Ángeles dañe a la vaca por su falta de experiencia -preciso divertido; y ambos reímos.
-Pero todo se puede aprender.
-Lo sé; y sé que ella lo hará -sentencio firme.
-Ya deberíamos irnos -sisea ella.
-¿Ya te sientes mejor? -susurro; y ella afirma con su cabeza.
-Sí, ya me siento mejor y creo que deberíamos irnos porque debo hacer mis maletas.
-Yo te ayudaré con eso...
-¿Seguro que tienes tiempo? -inquiere-. Porque de no ser así, no deberías preocuparte, yo po...
-Tengo tiempo -la interrumpo; y ella sonríe.
-Entonces debemos irnos -sentencia al tiempo en que se pone de pie-. No quiero que me falte nada para el viaje -señala emocionada y, luego de ello, se despide de sus padres; y yo hago lo mismo: me despido del señor y la señora Foster.
-Te ves muy cansada...
-Estoy emocionada...
-Y también cansada -puntualizo a la vez que paso uno de mis brazos por sus hombros y la atraigo hacia mí.
-Bueno; no negaré eso. Sí estoy cansada -reconoce.
-¿Quieres que te cargue?
-¿Qué? No, claro que no -rsponde divertida.
-¿Por qué? ¿No te gustaría que te cargue?
-No es eso
-¿Entonces no hay problema en que te cargue?
-Claro que no, pero... ¡Kansas! -se queja divertida mientras empieza a reír libremente, después de que yo haya decidido levantarla del piso para que no caminara, puesto que sí parecía muy cansada.
-Estás cansada y yo puedo cargarte -es lo único que le señalo; y ella sigue riendo.
-No estoy cansada en sí -señala de repente.
-¿Entonces? -le pregunto mientras sigo caminando con ella en brazos.
-Me siento... cansada, pero no físicamente, sino...
-Mentalmente...
-Sí; creo que es eso -susurra con pesadez.
-Qué bueno que reconozcas que estás estresada -menciono de improviso; y aquella me mira sorprendida.
-¿Es muy evidente? -cuestiona curiosa.
-Más que evidente...
-¿Reniego mucho, cierto? -interroga apenada.
-Solo eres una persona más que necesita liberarse de alguna manera...
-Pero los gritos no son la mejor opción -puntualiza al haberme interrumpido.
-No; no lo son -confirmo-. Hay otros métodos mucho más sanos y divertidos.
-¿Cómo cuáles? -pregunta al mirarme a los ojos.
-Como dormir, una ducha larga, una conversación con amigos, un viaje, deporte, salidas a una discoteca, pat...
-Nunca he ido a una discoteca -comenta.
-¿Nunca? -interrogo impresionado al fruncir mi ceño.
-No, nunca -determina-. No me gusta el ruido excesivo.
-Bueno, si no te gusta el ruido excesivo, entonces no es una buena opción -señalo sonriente.
-Quisiera ir a una -menciona de pronto-. ¿Podrías bajarme? -pide gentil; y yo accedo-. Eres muy fuerte, Kansas -precisa sonriente.
-¿Qué pasa? -le pregunto al tomar su mano para continuar caminando.
-Si en Londres hay tiempo, ¿aceptarías ir a una discoteca conmigo? -cuestiona de manera sorpresiva.
-¿Quieres ir a una discoteca? -inquiero curioso mientras continúo caminando de su mano.
-No me gusta el ruido, pero... creo que me gustaría saber cómo es.
-¿En Londres?
-O al regreso, como desees -precisa-. No sé. Quisiera estar en un lugar como ese...
-¿Por qué? -le pregunto al tiempo en que me detengo y tomo sus manos para que ella haga lo mismo y, así, quedar frente a frente.
-Tengo curiosidad -sisea-. Pete va cada semana y siempre ha intentado llevarme, pero me he negado; c reo que soy una persona aburrida...
-Puedes ser de todo, menos aburrida, Austral. Créeme -le digo; y ella sonríe.
-Bueno..., como te seguía diciendo, a Pete le gusta y, si sale cada que puede, imagino que algo de divertido tendrán.
-Pues son muy ruidosas -enfatizo.
-Quiero conocer alguna...
-Habrá mucha gente desconocida que te hablará y te invitará a bailar...
-Uy, soy muy mala bailando; no creo que quieran bailar conmigo.
-Créeme; habrá muchos tipos queriendo invitarte a bailar -señalo con certeza; y ella se sigue mostrando incrédula; hasta que entiende a lo que me refería.
-Pues, en ese caso, solo con un NO es suficiente...
-Es cierto, pero a veces no es así -le preciso-. En ese caso, si eso sucede, lo único que deberás hacer es gritar mi nombre, aunque no pretendo dejarte sola; no te preocupes.
-¿Entonces iremos?
-Sí, iremos.
-¿Antes o después del viaje? -interroga expectante.
-¿Qué te parece... ahora?
-¿Ahora? -articula sorprendida-. Pero el viaje es mañana a primera hora; debemos estar en el aeropuerto a las cinco y media y, además, tenemos que alistar las maletas, documentos, confirmas recepción, movilidad, reser...
-Austral, Austral; todo eso ya está hecho -le informo sonriente-. Solo falta hacer tus maletas y alistar los documentos...
-Aun así, no creo que...
-Solo será un momento -determino al mirarla-. Es cierto que no hay mucho tiempo, pero creo que nos hará bien bailar un rato -señalo sereno- Vamos, nos quedamos una hora como máximo, luego regresamos a tu departamento para alistar tus maletas y, finalmente, nos vamos a mi casa.
-Pete irá a mi departamento mañana.
-Descuida; no et preocupes por eso.
-¿Estás seguro que tenemos tiempo? ¿Ángeles no...?
-Ángeles está con Margaret -le informo-. Además, solo será una hora -puntualizo para tranquilizarla-. ¿Qué podría pasar en una hora?
-Eso es cierto; solo es una hora -responde- Bueno, entonces vamos -articula animada; y yo le sonrío para después, levantarla con mis brazos y cargarla el resto del camino.
-Estás loco, Kansas -pronuncia divertida.
-Vamos a esa discoteca -es lo único que digo mientras sigo caminando rumbo a la salida del lugar.