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Eveline, tenía una vida tranquila junto a su padre, quien desde hace mucho trabajaba como chofer de la familia Radley, sin decirle aquello a su propia hija. Pero todo cambiará de un momento a otro cuando su progenitor se queda sin empleo y ella a sabiendas de la situación en la que se encuentran, se ve obligada a dejar sus estudios universitarios para poder ayudar a su padre. Eveline termina trabajando en la cafetería de Aidan, un tipo bastante arrogante y problemático, que incluso con mil defectos se volverá aquella persona que robe su corazón. Aidan, terminará enamorado de Eveline, sin embargo deberán luchar juntos contra aquel pasado que tanto lo atormenta. Además de que Luke, el hermano de Aidan también gusta de Eveline, formándose así un triángulo amoroso lleno de embrollos. ¿Podrán ser capaces de lograr estar juntos a pesar de los obstáculos?
La mañana está siendo eterna para la joven Willow, puesto que no ha logrado entregar ni un solo volante y el sitio no es muy concurrido. Se siente derrotada, y sus pies reclaman por un descanso. Ha estado un buen rato paseándose en la esquina del local del señor Hanks; su jefe. Un viejo cascarrabias que no le agrada nada ni nadie. La mayor parte del tiempo se la pasa encerrado en un pequeño despacho dentro de la tienda, un lugar repleto de antigüedades especializada en la venta de objetos pasados de moda.
Pero que por alguna razón, su producto es normalmente suministrado por subastas, ventas del estado, búsquedas en los mercadillos, y esas cosas que no le interesa en lo más mínimo a la chica. Sin embargo los objetos son de gran valor para los adinerados que no saben en qué gastar su fortuna.
La verdad es que si aún sigue trabajando en ese lugar, es porque no ha encontrado otro sitio mejor, y no podía darse el lujo de perderlo justo ahora, ya que tenía que pagar el alquiler dónde vive y lleva acumulado tres meses de renta.
Por estar distraída mirando los volantes que sostiene, no sé percata de la señora que viene andado hacia la tienda. De repente, se gira bruscamente y choca con ella, derramado el café que la señora traía en manos.
Willow abre los ojos desmesuradamente al escuchar el chillido histérico de la señora.
-¡¿Acaso no te fijas por dónde caminas, niñita?! -reclama la mujer mayor apartando la tela mojada de su pecho.
-L-lo siento, lo siento -farfulla la jovencita preocupada-. Déjeme ayudarle con eso, tengo toal...
Estira la mano hacia la blusa que valía más que su miserable sueldo.
-¡Aparta tu mugrosa mano de mí, mocosa! -gruñe la señora-. Acabas de arruinar el outfit que estuve eligiendo por horas en mi armario, ¿Sabes lo que cuesta decidirse por la mejor ropa de marca y así no llevar la misma que tus amigas?
La chica no sabe lo que es eso, puesto que la mayoría de las perchas de su armario están vacías. Incluso, a veces tenía que repetir su ropa para venir al trabajo.
-Señora...
-¡No, no sabes! -intervino la mujer mayor lanzándole una mirada cargada de arrogancia-. Así que no tengo idea cómo ni con qué, pero vas a reponer este incidente.
-Pero señora, eso cuesta una fortuna. Además usted misma dijo, fue un incidente, ¿Nunca le ha ocurrido? -la joven no podía costear aquella prenda tan ridículamente cara.
La detalla minuciosamente, notando la costura finamente cosida en cada borde de la blusa. No hacía falta ser una experta en la materia para darse cuenta que la ropa de la señora había sido confeccionada por un gran diseñador de moda.
-No, jamás me ha sucedido porque no soy torpe. Estoy pendiente por dónde camino -responde la mujer mirando a la joven con arrogancia-. Y claro que deberías reponer mi blusa, pagar lo que cueste.
-P-pero, no tengo el dinero y seguramente es más que lo que gano mensualmente. Tenga al menos un poco de empatía y póngase en mi lugar -replica la joven Willow sintiéndose de repente molesta por la actitud tan hostil de la mujer mayor.
-Ese no es mi problema, niña -hace énfasis en lo último-. Entonces, al menos deberías pagar la tintorería.
Señala la zona de la blusa manchada de café. Willow estaba por hablar, cuando un tercero intervino.
-¿Susanne? -la nombrada voltea hacia el señor Hanks-. No sabía que venías.
-Vengo por unas cosas -dice la señora acomodando su cabello perfectamente arreglado en un peinado elegante.
El señor Hanks asiente, y se percata de la joven Willow que los mira.
-¿Qué haces allí parada? No te pago para que andes de cotilla, ve a ordenar las repisas -demanda el jefe de la chica.
-Ya lo he ordené ayer, señor -le recuerda Willow, se muerde la lengua para no soltarle improperios.
-Pues entonces busca que hacer en vez de quedarte de vaga -exige el señor.
La chica resopla echando a andar hacia la tienda.
-Oye, no hemos terminado -habla de nuevo la mujer, pero Willow la ignora y sigue caminando-. Es una grosera, ¿cómo puedes contratar a ese tipo de maleducados?
La joven no alcanza a escuchar la respuesta del señor Hanks ya que ingresa a la tienda refunfuñando. Se dirige al depósito de la tienda y comienza a recoger las cajas pesadas que están en el suelo. Hace tiempo que lleva haciendo lo mismo, así que se ha acostumbrado a realizar ese tipo de trabajo forzado. Aunque luego debía lidiar con dolores de espalda, sin embargo no había otro empleado en la tienda que pudiera cargar las cajas que pesaban. Por lo que no le queda de otra a la chica.
Después de un rato, Willow se seca con la manga de su camisa el sudor que baja por su frente. Va hacia el refrigerador y saca una botella de agua que toma de un sorbo. Se marcha del depósito y agarra el plumero para quitar el polvo de los objetos que están en las repisas altas. Empieza a limpiar mientras tatarea una canción que le viene a la mente, la mayoría de las veces no recuerda en dónde la ha escuchado antes.
Mueve los brazos como si estuviera tocando un instrumento imaginario, anda tan concentrada limpiando los objetos de valor, que no se percata del muchacho que ha ingresado a la tienda cargando un enorme cuadro. La joven Willow sostiene un jarrón que parece haber pertenecido a la realeza con lo antiguo que se ve. Empieza a inspeccionarlo curiosamente, pero de pronto la voz del muchacho, una voz que tanto reconoce, hace que se sobresalte y suelte el jarrón al suelo ocasionando que quede echo añicos.
-Mierda -abre los ojos como plato y se agacha a recoger el desastre que ha ocasionado ella misma por ser tan asustadiza.
-Disculpe señori... -el muchacho no termina su oración al verla-. ¿Willow?
La susodicha alza la cabeza y le da una mirada fulminante.
-Tan inoportuno como siempre -murmura la chica a su ex novio.
-Wow, ¡Como has cambiado! -expresa repasándola de pies a cabeza-. ¿Trabajas aquí?
-Sí, pero no me sorprendería que tarden en echarme -emite sin ninguna expresión en su rostro.
-Oh sí, en cuanto a eso, de verdad lo siento. Olvidé lo asustadiza que eres -hizo una mueca mientras pasaba la mano por su cabello rizado-. Te podría compensar por ello, hay un café que queda cerca y...
-Dylan -interrumpe la joven sabiendo a dónde se dirige su ex novio-. Prefiero perder mi trabajo a salir contigo de nuevo.
El muchacho simula estar despreocupado, para no demostrar su orgullo herido.
-Vale, solo era una salida de amigos. No tengo otras intenciones -explica alzando las manos en señal de rendición.
-Ay por favor, te conozco muy bien -comenta la chica colocando los pedazos del jarrón en el cesto de basura.
El muchacho está por agregar algo, pero el señor Hanks entra a la tienda. Willow sin más remedio, decide contarle de lo sucedido con su jarrón anticuado.
-Señor, primero que nada debo decirle que no fue mi culpa lo que pasó, pero sabe cómo soy de torpe y muchas veces meto la pata hasta el fondo -habla de prisa-. Aunque un objeto menos no hace la diferencia, aún le quedan muchas cosas de valor aquí y...
-¿De qué estás hablando? -inquiere su jefe frunciendo el ceño.
-Su jarrón -señala hacia el cesto de basura.
-Déjate de rodeos Willow -la joven levanta un pedazo del jarrón.
-Lo he roto sin querer, pero debo agregar que no fue totalmente mi culpa. Él iba entrando y me...
-Mira Willow, no me importa saber quién tuvo la culpa o no -dice el señor Hanks clavando sus ojos azules en la joven-. Ya ha ocurrido otros incidentes contigo, me dejarás en la quiebra si continúas trabajando aquí, por lo que es mejor que no vengas más.
-¿Qué? -el rostro de la joven se deforma-. ¿Me está echando? Pero señor, le prometo que no volverá a suceder. Yo...
-Recoje tus cosas y vete -ordena el señor mayor manteniendo la calma, una calma que descoloca a la chica-. Toma, allí tienes el pago de esta semana.
Willow agarra el dinero entre sus manos y sale de la tienda sin importarle dejar su gabardina desgastada. Echa a andar por la acera desolada, pero un agarre en su brazo la detiene.
-Willow.
Voltea a verlo, y su odio hacia él incrementa aún más.
-¿Qué quieres? -dice entre dientes.
-Lo siento, todo esto ha sido mi culpa. Nunca fue mi intención que te echaran, de verdad discúlpame -emite Dylan preocupado.
-Ya. ¿Y qué ganó yo con tus disculpas? Eso no me devolverá el trabajo, así que solo desaparece de mi vista, es lo mejor que sabes hacer, ¿No? -gesticula cada palabra con veneno-. Marcharte sin decir adiós.
Se suelta bruscamente del agarre de su ex novio y le da la espalda retomando el camino.
Dylan fue su mejor amigo, el único que se ofreció ayudarla cuando no tenía un techo donde dormir luego de haber sido echada del orfanato. Aunque al principio solo surgió una estrecha amistad entre ambos, luego sus sentimientos se convirtieron en más que eso. Willow agradecía enormemente lo que Dylan hizo por ella, sin embargo jamás podría perdonar que se había marchado sin siquiera dignarse a despedirse de ella.
No sé molestó en darle una explicación, simplemente se marchó y la dejó abandonada. Tres años habían pasado ya desde entonces, y justo hoy que perdía su empleo volvía a reencontrase con su ex novio.
Maravilloso. Piensa la joven soltando un bufido.
Conseguir un nuevo empleo le costará muchísimo, ya que la mayoría exigía que para obtener el trabajo, debía haber terminado los estudios y ella aún no había comenzado la universidad debido a lo costosa que era la carrera que quería estudiar.
Ser diseñadora de moda.
Un sueño difícil de cumplir, más no imposible. En su interior todavía existía un poco de esperanza, quizás no estaba todo por perdido y solo debía no darse por vencida. Sin embargo, su positivismo había decaído, recordando que no tenía trabajo.
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