Camina por el largo pasillo, la noche abraza Aritz, el calor comienza a ser insoportable y el clima no da tregua ni a la más mínima briza, Amarü sentía el sudor correr por su frente y espalda, junto a la tela incómoda que no dejaba de pegarse a su torso, las velas que custodian el pequeño templo alumbran solo lo suficiente para ver parte del lugar, aún así para ella era suficiente.
Con cuidado se detuvo delante de la deidad y en el tabloncillo de madera forrada en terciopelo rojo se arrodilló colocando sus manos juntas, comenzando sus plegarias con susurros que fueron tomando forma y mayor volumen.
-Si bien mi fé, no es absoluta, hoy vengo a ti, a pedir ayuda-se lamió los labios con nerviosismo, si bien creía con fervor en lo que se le fue inculcado, rezar nunca había sido su fuerte-Ir a las tierras de Anskar, será mi propia perdición, sin embargo, una guerra con Farid, solo nos condenaría a todos a una muerte y devastación segura, nunca he pedido nada, mi señor, más está vez quiero, deseo hacerlo, líbrame de este desafortunado destino, sin tener que vivir con la muerte de todo un pueblo sobre la espalda como castigo.
La vida era injusta, poner a su gente justo ahora en una posición de guerra no era lo que hubiera esperado, no cuando su padre al fin pensaba descansar junto a su madre, dejando atrás una vida de sobresaltos y amenazas, Aritz era pacífico, no habían cruzado más que simples palabras con otros reinos en años, ella no entendía, Amarü juraba que por más que pensara e intentara encontrar algo factible que le explicara de forma lógica el actuar del enemigo, no la encontraba, era como si solo hubieran decidido irse en su contra.
A lo lejos sonó un cuerno, con un toque rápido y rítmico, muy parecido a las alarmas y de guerra usadas antes y durante la batalla, solo que esta era un poco más ligera y baja, como una orden que debe ser tomada sin refutar, y solo podría significar una cosa, habían aceptado la alianza con Anskar en aras de proteger ambos reinos de Farid.
Amarü cerro los ojos y respiró hondo.
A veces, llevar una corona era peso difícil de cargar.
REINO DE ANSKAR:
-Padre ha enviado su respuesta a Arizt, y ha sido positiva en cuanto a la unión-dijo con voz baja sentándose a su lado, el contrario no volteo a mirarlo, de hecho parecía demasiado concentrado en ver el mar, el atardecer bañaba las aguas del puerto y las aves daban sus últimas acrobacias antes de retirarse-Nicholas-llamó dejando posar la mano en el hombro del aludido-Sé que esta no es la mejor situación, pero dependemos de esto, somos débiles por nosotros mismos, nuestro ejército...-la risa que le llegó por parte de este hizo que retrocediera solo unos pasos y mirara como si lo viera por primera vez, era tan fría, vacía, carente de todo lo que podría hacerla humana.
-Y confinarme a un matrimonio arreglado parece ser la solución a todos nuestros problemas, ¿verdad?-sonrió-Eso es demasiado ingenuo, incluso para ti, Brian. Conocemos a muchos monarcas, ¿tenía que ser de Arizt precisamente?. No tenemos relaciones con ellos hace años.
-Padre quiere el bien del reino, solo eso...
-Padre solo busca su propio beneficio, mi querido Brian-rebatió en tono bajo, incluso calmado, para Brian era a veces-y solo a veces-fascinante ver la pasividad con que Nicholas se tomaba las cosas, tanta, que incluso creerían que carece de alma.
Su hermano mayor era todo lo opuesto a él, fuerte, decidido e iba de frente, era normal que padre lo eligiera para tomar el trono después de Sebastian partiera, ahora mientras lo veía ahí-sentado como si la derrota fuera parte de sí mismo-sobre una roca, sentía que a quien acompañaba esa solitaria noche era un desconocido.
Nicholas se levantó y miró al horizonte solo una vez más antes de pasar de largo y dejar a Brian allí, Nicholas estaba viajando entre sus propios pensamientos, cuestionando qué podría hacer para salir de ello incluso ahora que sabía que era tarde, «A estas alturas la princesa de Aritz debe estar feliz haciendo sus maletas y comenzar su viaje a Anskar», resopló ante tal pensamiento sintiéndose enfermo de repente.
Suspira y mira al castillo, quizás su padre tenía razón y lo mejor era una alianza, «Una alianza, un acuerdo político, es solo eso», pura conveniencia y necesidad de sobrevivir y no caer ante lo que amenazaba con venir, él era el heredero de Anskar, hijo del rey, no debía preocuparse, eran sus tierras, su reino.
La princesa de Aritz era quien debía temblar de miedo, Nicholas podía jugar, y lo haría bien, muy bien.