vista d
a fortaleza que como un hogar, y esta noche, necesitaba una fortaleza. Mi padre, Ricardo Rivas, era un hombre formidable, un titán de la industria cuya mira
con un solemne asentimiento. Su rostro, usualmente un cuadro de calma esto
l leve aroma de puros cubanos. Levantó la vista de su lectura, con el ceño fruncido por l
obóticos. Mi mano, aunque todavía temblaba ligeramente, buscó en mi bolso y sacó el informe de ADN. Lo puse plano sobre la
un horror creciente. Se le cortó la respiración y la mano que sostenía sus gafas de
ta de emoción. Escuché las palabras, pero se sentían distantes, como
olor. Me miró, sus ojos muy abiertos con un dolor que reflejaba el mío. "¿
ché confesar. Mi verdadera hija fue declarada muerta al nacer. Metieron a su propia
¡Esa víbora! ¡Sabía que era demasiado bueno para ser verdad! ¡Te lo advertí, Elena, te advertí sobre ese oportunista encantador!". Golpeó el escritorio con el puño
nte. Quiero que sufra, que sufra de verdad. Quiero que pierda todo lo que cree que ha ganado, y más. Quiero que se dé cuenta
funda y dolorosa tristeza. Me atrajo en un abrazo feroz, sosteniéndome con fuerza contra su pecho. "Mi pobre niña... mi valiente niña. ¿Qué te
tes" cenas, los sueños que puse en pausa para apoyar su carrera, todo mientras creía que estaba construyendo un futuro con un hombre que me
ciando mi mejilla. "¿Qué quieres ha
hacerme cargo de Grupo Rivas Europa. Necesito encontrar a mi verdadera hija, y necesito reconstruir m
da último detalle. Considera a Damián Potter un fantasma. Ni si
todo negocios, mi mente una trampa de acero, mis emociones encerradas. Revisé contratos, gestioné equipos y cerré tratos
se paso. Me sentaba junto a la cuna vacía de Ximena, aferrando una pequeña y gastada manta que todavía conservaba el leve aroma a talco de beb
olo mi nombre escrito a máquina en el frente. Mis manos temblaron mientra
oscuros. Videos. Fotos. Damián y Brenda. Riendo, besándose, entrelazados en abrazos íntimos. No una, ni dos veces, sino repe
ía hecho, las noches tardías en la oficina, las excusas vagas para su ausencia, todo mentiras. Sus apasiona
mián. Brenda, apoyando la cabeza en su hombro, sus ojos brillando con un destello posesivo. Y luego, el golpe final y aplastante. U
a para que confiara en él, cómo había manipulado mi amo
dolor. Era una rabia fría y pura, atemperada por una resolución
erebro. Vi hasta que las lágrimas se secaron, dejando solo un árido paisaje de entumecimiento.
a noche. "Elena, cariño, ya voy pa
ra mi llegada. Había engañado a Damián para que firmara los papeles del divorcio disfrazados de documentos comerciales cruciales semanas atrás, una previsión nacida d
ián: "Buenos días, mi amor. Espero que hayas dormido bien. Voy a la ofic
do. Un último intento. Una cortesía f
ndición de Ximena... ¿estás seguro de que no tienes nada
ión. El silencio se alargó, una
ra congénito. Muy raro. Tú solo enfócate en su trata
endo. Incluso cuando se le dio una oportunidad, eligió redoblar el engaño. La débil esperanz
oesía, me sorprendía con viajes de fin de semana y me susurraba dulces palabras que prometían una vida de devoción. Parecía la re
special, lo suficientemente poderoso como para domarlo. Pero no había cambiado. No de verdad. Simplemente había perfeccionado su
río mármol un abrazo áspero. Los sollozos sacudieron mi cuerpo, crudos y primarios, estremeciéndome hasta la médula. No era solo a mi esposo a qu
terminación feroz e inquebrantable. Había sido víctima de su intrincada red de mentiras,
l espejo de cuerpo entero mostraba a una mujer con los ojos hinchados y las mejillas
un traje de viaje simple y elegante, oscuro y anónimo. Ya no era la Elena Rivas de ayer, la
estar listo en dos horas. Y asegúrate de que todas las comunicaciones se enruten
sto no era un escape. Era una retirada estratégica. Y l
estaba conmigo misma, y con la hija

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