img El costoso juego de amor de mi jefe  /  Capítulo 4 | 40.00%
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Historia

Capítulo 4

Palabras:1018    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:56

Alejand

sa pareció detenerse, los tenedores suspendidos, las conversaciones muriendo. T

miradas yendo y viniendo entre Humberto y yo. Una de ellas, Sara, una gerente j

nto. Mi acto fin

e Karla, mi expresió

ando el silencio como un cuchillo-, no estoy esper

e la conversación, todo cesó. El aire se sentía espeso, pesado de un shock tácito. L

ía-. Qué terrible noticia. Pero, ¿sabes qué? Eres increíble. Te mereces a alguien que realmente te v

genuina tocó

sintiéndose sorprendentemente ligeras

istal rompiéndose

o brillando ominosamente en su mano. Sangre, oscura y cruda, perlaba su palma, goteando sobre el mantel blanco

stello de preocupación en mi corazón, ninguna oleada familiar de inquietud.

r un silencio incómodo. La cena terminó abruptamente, la gent

era, apenas un susurro, mientras recog

ondí, mi voz tranquila, inqu

ngrando, su rostro una máscara de shock e incredulidad. El viaje a casa fue silencioso

or. Me quité los tacones, mi espalda doliendo por la reverencia forzada de antes, y

ojos inyectados en sangre, su mano todavía en

, cerrando la puerta de un portazo que hizo temb

is manos planas contra su pecho, pero era demasiado fuerte. Me presionó contra la pared, su peso pesado,

fuerzas, el dolor en mi espalda dándome una oleada de adrenalina-. ¡Me das asco! ¿Crees que puedes simplemente e

s ojos desorbitados con una

¡Alejandr

lguien que haga tus mandados, alguien a quien sacrificar por tu patética ambición! ¡Te escuché, Humberto! ¡Te escuc

allí, sin palabras, su boca abriéndose

árgate de mi departamento, lárgate de mi vi

luego se dio la vuelta y salió tropezando, cerrando

cabó. Realmente se acabó. Toda nuestra relación había sido una guerra silenci

e, Gregorio me llamó

royecto de desmantelamiento del centro de da

uier lugar, conocido por sus hostiles lugareños y su infraestructura inestable. Lo llamábamos "el cementerio corporativo". Colegas

Al menos no estoy atrapada desmantelando el centro de datos de Monclova", había dicho, riendo. "Ahí es donde las

ra. Solo o

mi pecho. Abrí el cajón de mi escritorio, saqué las pocas fotos personales y una planta,

ue silencios

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