Alejand
aban sobre la lujosa alfombra mientras me acercaba a su oficina, el sonido de los sollozos teatrales de Karla haspesa por lágrimas falsas-. ¡Todos me miran como si no me
, su voz un murmullo bajo y reconfortante-. No les
nquilizadoras, el mismo toque gentil que había usado conmigo innumerables veces después de una junta directiva particula
ántas veces él simplemente había escuchado, asentido y ofrecido palabras vacías? Ni una sola vez me había defendido de verdad. Ni una sol
de verdad. Nunca. Ni mis sentimientos, ni mis luchas, ni mi dolor. Yo solo e
bitación de repente silenciosa. El brazo de Humberto, que claramente había estado sobre los hombros de Karla, cayó
ció, un destello de irritación
uieres? -su tono e
e había interrumpido
tartamudeé, mi voz apenas un susurro,
petó, sus ojos brillando-. Porque francamente, Alejandra, tus celos se están volviendo
ando activamente, acusándome de algo que ya ni siquiera sentía, no
. -empecé, pero
rancamente, tu actitud no ayuda. Creo que le debes
todas las veces que había racionalizado su comportamiento, convenciéndome de que
la boca. No me quedaba lucha. Ni palabra
ación final. El último jirón de mi dignidad sería arrancado aquí, en esta oficina, frente al hombr
n extraño desapego, como si me es
toda emoción-. Me disculpo. Yo... me discul
ra de cristal, amenazando con hacerse añicos. Mantuve la reverencia, esperando algún reconoci
palda. La mano de Humberto, firme e inflexible, presionó contra mi cintura,
u aliento caliente contra mi piel-. Demuéstral
tella rota. Humberto estaba justo delante de mí. Instintivamente lo había empujado fuera del camino, recibiendo yo el golpe contra una pesada mesa de mármol. Mi espalda baja había
O quizás, nunca l
ganza, el fuego extendiéndose por mis músc
ente dulce, me trajo de vuelta. Se acercó un paso, sus ojos b
mente. Me tambaleé, agarrándome el costado, mi visión nadando. Sus ojos se encontraron con los mío
di la vuelta y salí de la oficina. Cada paso era una agonía, física y emoc
nzantes, pero silenciosas. No eran por Humberto. Eran por la mujer ingenua y esperanzada que había si
e había
egorio Ashley". Imprimí el documento, caminé hasta su cubíc

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