as, decidí llamar a mi médico para programar una cita el mismo día. Lo
gnorar al médico durante el resto de la ecografía. Cuando era más joven, había soñado
ro al final lo conseguí. Si quería deshacerme del bebé ahora, no
nada hubiera pasado. Después de deshacerme del bebé, todo volvería a la normalida
rto. Quería criar a mi hijo y tener algo t
de que cerrara la puerta de su oficina. Él volteó y frunció el ceño al verme. Esbozó una gran sonrisa en el rostro, probablemente feliz porque era la primera vez que me acercaba a
sto como el día anterior, colocó su mano sobre mi frente, int
xcusé con prontitud. No era técnicamente una mentira, pero estaba lejos de la verdad. Él t
ersona difícil con la que hablar y tomaba todo con mucha seriedad. Por eso, había ido con Ví
ntando mostrarme amable. Esperaba que él ignorara mis palabras,
hoqué contra un cuerpo tan duro como la piedra y sabía exactamente a quién le pertenecía. -¿Es e
ajará detrás del bar hoy. Todavía está enferma -le dijo Víctor a su hermano menor. Para él, seguramente fue un alivio el que no tuvier
la calma con todas mis fuerzas. -Todavía te ves como la mi*rda -concluyó
so era con Cristian pese a ser mayor que él. Sin embargo, Lucas siempre había dejado en claro qu
hacer -respondió encogiéndose de hombros con indiferencia. Entregó un archivo en las manos de su hermano. «¿Eso
o en mi espalda. Yo me congelé por un segundo y lo miré co
cuanto él me llevaba por el
verme para regalarme una mirada maliciosa. Por lo general, no me impo
a trabajar ahí. Lo recordaba como si fuera ayer: Lucas intentando convencerme, diciéndome que creía que me sentiría
tamente como perros obedientes mientras Cristian se reía, quizá pensando que era tan incómodo como yo creía.
inguna tarea complicada y sé amable. Si escucho una sola queja, estás despedido -dijo entonces y todos
de que se negaran. Pero ahí estaba él, haciendo todo por mí. La único que me gustaría que hiciera sería l
dó Fabricio con un apretón de manos. -No t
s y me miró fijo. -No eres una buena oyente, ¿no es así? Te pedí que te quedaras en cas
e que hacer durante la noche fue cortar limones y algunas otras frutas. No era nada especial y era extremadamente aburrido, pero
rse. Sin embargo, lo último que podía hacer era quejarme. Ni siquier
tanto que tiré el cuchillo por casualidad. Me di la vuelta. «¿Ya p
e asentir con torpeza. Tomé todas mis cosas y caminé hacia la puerta trasera. Salir temprano
edí. Incluso si estaba oscuro, no me fue difícil reconocer quién era. S
antuvo la puerta abierta. Obtener transporte gratuito hacia mi casa y no tener que pag
evitar pregunta
cuida ta
¿Acaso lo había juzgado mal? ¿Si le dijera la verdad, asumi
o, por supuesto
pecial. No había forma de que me aceptara a mí o a mi bebé. Él venía de una familia rica con lazos con la mafia y alguien como yo no encajaría para nada en esa imagen. Además, ni si
nara de repente que se lo entregara de la misma ma
ganar un caso j
sperando que mis síntomas se esfumaran. -¿Está bien, señorita? -me
le daría una vida que mer
aría por mi cuenta, de tal mane
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