img El Altar, Las Mentiras, Su Penitencia  /  Capítulo 3 | 15.00%
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Historia

Capítulo 3

Palabras:1128    |    Actualizado en: 08/12/2025

ista de Em

apariencias y la lucrativa alianza, apenas parpadearon antes de volverse hacia mí. "Tú lo harás, Em

prometido al que había anhelado en secreto toda mi vida. Se sentía como una broma cruel, un cuento de hadas

ntercambio de novias, o eligió ignorarlo. Excepto Carlos. Él lo sabía. Pod

o. La familia de Carlos, remilgada y correcta, mantenía sonrisas educadas. El propio Carlos era un fantasma, apenas hablaba, su

en la terraza, bañado por la luz de la luna. Mi conciencia, una v

atascándose en mi garganta-. Si no... si no quieres esto, lo entiendo. No quiero atraparte. No quiero pasar mi

ró, realmente me miró, por primera vez desde el anuncio d

raré. Me casaré contigo. -Dio un pequeño paso más cerca, y

que existía. Mi corazón, un pajarito en una jaula, aleteó salvajemente. Matrimonio. La palabra, una vez tan distante,

i lengua, pero no pude expulsarlas. El miedo, o tal vez un

e de su piel envió una descarga a través de mí. Por un segundo fugaz, fui transportada de vuelta

a me traicionaría. Me aferré a esa convicción, olvidando que mi conocimien

y arreglos florales. Elegí cada detalle, mi corazón agitándose con una es

huracán, su cabello usualmente inmaculado estaba despeinado, un moretón floreciend

tino. Pasó una mano sobre la tela brillante, sus ojos duros. Luego vio el delicado brazale

-se burló, su voz goteando desdén-. Primero mi pr

ló dentro de mí. Cinco años de re

lando-. Tú lo tiraste a la basura. Y esta es mi

s ojos entrecerrados, un

con algo que realmente me pertenece? -Su voz bajó a un susurro esc

f! El sonido resonó en la habitación silenciosa. Una marca roja fl

ara. Entonces, un lamento teat

apá! ¡Emil

por la conmoción y la furia. Mi madre corrió hacia Camila, acunándola

Se detuvo en seco en la puerta, su mirada fija en Camila, sollozando dramáticamente

hombros se tensaron. Su rostro perdió el color. Se movió, no ha

ja, un temblor recorriéndola. Pe

a furiosa, pintándome como la agresora, la hermana celosa. Camila, sinti

, se llenaron de una preocupación desesperada

z era un gruñido gutural que

mió Camila, enterrando su

apretaron alre

alabras eran frías, cortantes, dirigidas directamente a mí

la anidada contra su hombro, ni siquiera reconoció mi existencia. Me quedé allí parada, bañada por el resplandor duro del can

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