rtado de inmediato. Mi hermano abogado, con su mente precisa y su lealtad inquebrantable, ya había presentado los verdaderos papeles de divorcio ante el tribunal
na mezcla de pavor y una feroz protección. El aire exterior se sentía agudo
n gruñido bajo y gutural, luego un grito ahogad
exa, su rostro burlón cerca del de ella, su mano agarrando su brazo
licia infantil pero escalofriante. "¿Crees que puedes salirte con l
mente controlada, estalló. "¡Aléjate de ella!", grité, abalanzándome hacia
pata?!". Se frotó el brazo, mirándome con furia
bas lastimarla de nuevo? ¿Decirles que finalmente lo admites todo?". Mi mirada recorrió la habitación, detenié
o cruzó su rostro al ver el jarrón. Retrocedió, tropezando con sus prop
n la habitación, alertados por la conmoción. Elisa
sus ojos saltando entre su hijo y
ome con un dedo tembloroso. "¡Mamá! ¡Me atacó! ¡Intentó pegarme con
z quebrada. "¡Estaba sacudiendo
á completamente desquiciada. Está arremetiendo por el aborto. Nos culpa a nosotros". Luego volvió sus ojos llenos de lágri
z cruda de desesperación. "¡Lo admitió h
ar el desprecio. "Suficiente, Adelia. Estás montando una escena. Estás histérica". N
or, y me desplomé en el suelo, mi cabeza golpeando el azulejo con un crujido repugnante. Mis oídos zumbaban, mi visión nadaba, y e
ado en una máscara de pura rabia. "¡Hiciste que Elisa perdiera a nuestro hijo, y ah
hagas. No vale la pena. Ella solo está... con mucho dolor. Necesitamos ser los más maduros". Me miró, una sonrisa triunfante brilló en s
a caído. No había compasión, ni humanidad, ni amor en sus ojos para mí. Solo desprecio y u
ubiendo y bajando imperceptiblemente. Mi mundo. Mi razón para vivir. Una sac
tina y frenética de pitidos rompió la tensión. La res
rojecido por la ira, se volvió hacia Alexa. Caminó lenta, del
estás haciendo?!", grité, poniéndome de pie a trompi
demasiado", murmuró, su voz fría. "Y está causando demasiados problemas". Sus dedos se cernieron s
pero mis piernas se doblaron. Caí de rodillas, indefensa, mi cuerpo gritando
sonrisa cruel torciendo sus labios. "Es un problema, Adelia. Un problema constante y caro. Un recor
os de mi corazón. Mi propio esposo, cuestionando la p
del monitor chillaba más fuerte, un grito desesperado de ayud
servando con una sonrisa nauseabunda y triunfante. No hab
ré a hablar de ello! ¡Desapareceré! Solo... ¡solo no lastimes a Alexa! ¡Por favor, Emilio! ¡Te lo ruego!". Alcancé sus pies, agarrando sus zapatos caros, mi cabeza inclinada en total su
déjala vivir! ¡Es solo una niña!". Mi voz era una súplica desesperada

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