e desvaneció, reemplazado por la furia al rojo vivo que me consumió. "¿Pobre niña conflictiva?". Las palabras de
mo un fragmento de vidrio. Todas las cabezas en la sala se giraron h
s a hablar de mi hija así?". Mi voz se quebró, cruda de emoción. No me importaba el decoro, la imagen pública, nada excepto
r el opulento salón de baile. Los flashes explotaro
e de brazos cruzados y dejaste que lo hiciera! ¡Lo encubriste! ¡La ayudaste a robar mi arte, mi vida, mientras mi hija luchaba por
nte la cabeza!", gimió, agarrándose el pecho. "¡Alguien, por favor, está desquiciada!". Se abala
atrás, perdió el equilibrio, y luego, con un grito dramático, se desplomó. Pero esta vez, no solo cayó. Su cabeza golpeó
aire. "¡Está sangrando!". "¡Llamen a una a
giro repentino y horrible que no había visto venir. ¿
hillaban. Emilio, pálido y afectado, corrió al lado de Elisa, ignorando a la multitud, ignorá
igo!", suplicó, acunando su c
stoy perdiendo a nuestro bebé, Emilio...". Su voz era débil
s en mí. No vio la sangre, el miedo, la desesperación en mis propios ojos. Sol
y horror. Sentí un empujón por detrás, la mano de un extraño apartándome de la escena. Mis pies se enredaron y caí, golpeando el suelo con fuerza. Mi cabeza, ya palpitan
espaldas a mí, murmurando palabras de consuelo. Ni una sola vez miró hacia at
ré, las palabras apenas audibles, ahogadas por las
n los míos por un segundo breve y escalofriante. Estaban desprovistos de todo reconocimie
agar por todo". Miró más allá de mí, a los guardias de seguridad que ahor
en protesta, un dolor abrasador lo atravesó. "¡Mi bra
a mientras se movían a través de la multitud frenética. Lanzó una última mirada por encima
Me arrojaron a una habitación austera y fría, cerrando la pesada puerta detrás de mí. Los sonidos de la gala, las sirenas de la
storsionada por la rabia, me culpaba del aborto espontáneo de Elisa. El estómago se me revolvió. Un abo
ión vacía, saboreando la sangre de donde me había mordido el labio
, penetró la gruesa puerta. "Nadie puede pr
ando por la caída, el dolor físico un contrapunto sordo a la devastación emocional. Mi mund

GOOGLE PLAY