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e mi hija cayera en coma. Dijo que él se encargaría de la tormenta
gigantes de Paseo de la Reforma, aceptando un premio por mi
rquestaron el "accidente" de mi hija, robaron el trabajo de mi v
amenazándome con la vida de nues
erdo de divorcio, pensando qu
que es abogado, ya había presentado
baba de que
ítu
te: el sonido del pequeño cuerpo de mi hija al chocar contra el suelo después de
eguidores. Mis mundos de fantasía eran mi escape y, por un tiempo, también lo fueron para mi hij
el balcón del segundo piso. En la escuela susurraban sobre una discusión, el trabajo de un compañe
ditado a conveniencia, un clip distorsionado que me pintaba como una madre agresiva e histérica. De la noche a la mañana, me "cancelaron". Internet, que alguna vez fu
y tranquilizadora. Él era el ancla en mi tormenta, o eso pensaba yo. "Deja que yo me encargue. Tú
ndome en la aislada cabaña de Valle de Bravo, convirtiéndome en un fantasma para el mundo, una guardiana silenciosa junto a la cama de Alexa. Volqué mi dolor y mi lucha en mi arte, un intento desesperad
largos y sil
isita de rutina, con el corazón hecho un hueco doloroso, cuando lo vi. Una pantalla masiva en Paseo de la Reforma, resplandeciendo con color y
dra en un pozo de hielo. Sonreía, disfrutando de los aplausos, sosteniendo un trofeo que debería haber sido m
ecortado. El mundo giró, las luces brillantes de la c
ncontré frente al elegante edificio corporativo de Emilio en Polanco, el mismo edificio donde me había asegurado que
uando llegué a su oficina, la puerta estaba ligeramente entreabi
a, empalagosamente dulce. "Por haberlo logrado. ¿Quién i
contra la pared fría, con la res
eñido de veneno. "Ella lo hizo fácil. Tan confiada. Y esa patética hija suya.
da una un martillo que destrozaba mi realida
avía no puedo creer que lograra empujarla sin que nadie lo
Alexa. Mi hija. Mi corazón se convulsionó, un dolor agudo
confianza... todo robado, pisoteado y objeto de burlas. El amor que sentía por Emilio se agrió hasta
l único número que importaba ahora. Jeremías Batres, mi herm
as reconocible. "Necesito tu ayuda. Necesito
, luego su voz tranquila y
abras a salir. "Todo. Se llevar
a de lo que nunca la había oído. "Te ayudaré. Con una condición. Tú y A
idas, un puerto seguro. "Sí", logré d
ico, preciso, trazando cada paso. Sentí un destello de fuerza que no sabía que poseía. El dolor seguía siendo una her
o le había visto en dos años, una nueva y empalagosa dulzura en su sonrisa. El aroma nauseabundo del perfume caro de Elisa se aferraba a
ara de cuidadosa neutralidad. Necesitaba algo de él, algo crucial par
te firme. "Vi algo hoy. En una pantall
menzó, su voz teñida con el tono condescendiente que ahora reconocía como el precursor de sus mentiras. "Es solo un malentend
"¿Te refieres a atrapada en este mausoleo porque mi hija estaba e
ábamos tratando de mantener tu nomb
eslizó en ella. "¿Dejando que Elisa se llevara el crédi
omo si me hubiera quemado. "No seas dramática. Puedo arreglar esto. Podemos
entiras. No más 'malentendidos'. Voy a tomar acciones legal
¿Acciones legales? Adelia, no seas tonta. Solo traerá más problemas. Para todos
brajó. "¿Quiso hacer daño cuando su hijo empujó a Alexa de ese b
e Alexa fue un accidente. Lo encubrimos para protegerte de más escándalos". Incluso
que desestimaba el sufrimiento de mi hija. "Mientes con tanta facilidad, Emilio. Te oí. Oí todo. El hijo de Elisa, Gael, empujó
acciones. "Adelia, estás delirando. Estás estresada. Estás imaginando cosas". Intentó ag
sa. Estaba allí, pálida y temblorosa, con los ojos muy abiertos por l
r el lío de las pantallas. Fue todo un error, un malentendido". Sus ojos se desviaron hacia Emilio, una súplica silenciosa. Incluso logró soltar una lágrima. "S
ramente afectada. Hablemos de esto con calma". Me lanzó una mirada intencionada, una advertencia. Luego, se volvió
a. La fachada de Elisa se desmoronó al instante. Sus ojos, ya no lloros
un directivo de la escuela". Se acercó, su voz bajó a un susurro venenoso. "Y tu preciosa Alexa... se merecía lo que le pasó. Pequeña plagiadora. Siempre t
el dolor, todo el sufrimiento silencioso, todos los años de fingimiento, explotaron.
te sorprendida. Luego, sus ojos se entrecerraron. Se abalanzó sobre mí, arañándome la cara. Luché, empujándola, un grito primario salió de m
os se posaron en Elisa, arrugada en el suelo, luego
rugido. Corrió al lado de Elisa, ignorándome
bloroso. "¡Ella... ella me atacó! ¡Sin n
Ella dijo... dijo que Alexa se lo merecía!
Fuera, Adelia! ¡Fuera de mi vista! ¡Eres un peligro para todos!". Me empujó, con fuerza, enviándom
, las lágrimas corrían por mi cara. "
orsionado por la rabia. "¡La atacaste! ¡Esto es lo que ha h
n el suelo, con la cabeza palpitante, un profundo dolor extendiéndose por mi cuerpo. El hombre que amaba, el hombre

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