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r a la madre de la mujer que asesinó a la
l que arruinaría su futuro. Realicé la cirugía, salvando la vida de la
rozaran las manos, esas manos de cien millones de pesos que habían salvado incon
una carretera desierta para que muriera
vida, todo a manos del hombre que juró amarme y protegerme
a resolución fría y calculadora se instaló en lo más profundo
ro firme-. Estoy lista. Quiero q
ítu
vista de
mi esposo, abrió de una patada la puerta de mi consultorio privado. No solo la abrió. La azotó contra la pared, el sonido haciendo eco de la violencia que ejercí
por fatiga, no por una cirugía compleja, sino por el miedo puro y desgarrador que él vertía en mi mundo. Acababa de e
er bisturí. Se quedó allí, impecable en su traje a la medida, una imagen de malicia tranquila. Sus ojos eran fríos, distantes,
ahogadas por la imagen granulada del video, pero yo podía oírlas en mi mente, gritando. Carlos había fabricado un video, una
o la de ella. -Hizo un gesto vago hacia la pantalla, luego señaló con un dedo, casi casualmen
ó. Tenía la garganta apretada, a
¿A mí? -Mis manos se cerraron en puños, la sangre drenando de mis nudillos. Me estaba obli
exactamente por qué. Tu hermana cometió un error. Y tú, querida, me la debes. Nos la debes
e estás obligando a salvar a la madre de la mujer que destruyó a mi familia. ¡La
legiada. Salió ilesa, sin un rasguño, mientras mi madre se desangraba sobre el asfalto. Recordaba los vidrioseran demasiado poderosos. Cada puerta que toqué se cerró de golpe. Cada vía legal que exploré me llevó a un callejón sin salida. Carlos
ia. Mi hospital, mis colegas, me vieron como inestable, poco profesional. Me quitaron mis casos más desafiantes, luego
estaba en mi mesa de operaciones. Un tumor cerebral raro y agresivo. Solo yo tenía la experienci
marchado, lista para enfrentar cualquier consecuencia. Pero Carlos. Siempre tenía otra carta bajo
, sino un monstruo. Un titiritero moviendo los hilos, y yo era solo una de sus marionetas. Aurora. Siempre era Auror
voz un gruñido bajo qu
hará pública en diez minutos. Su dolor ya está en un bucle, ¿no es así?
orizado volvió a aparecer ante mis ojos. Oí su grito silencioso. Mi hermana
otegerías. Prometiste que nos cuidarías. -Los recuerdos de votos susurrados,
dor de la pantalla, que seguía corriendo.
loj, A
mi hermana, la necesidad ardiente de proteg
n veneno en mi garganta-. Lo haré. Solo... n
? ¿triunfo?- cruzó el rostro de Ca
ia una mesa auxiliar, tomó una copa de champaña y bebió
una vez símbolos de curación, ahora se sentían como instrumentos de mi propia condenación. Mi corazón era una c
habitual. La había salvado. Había salvado a la madre de mi enemiga. Me dolía el cuerpo, mi mente estaba entumecida.
a Carlos. Mi corazón se desplomó. Lo
Está bien? -Mi voz
e una risa baja
erdad pensaste que c
ayendo al suelo con estrépito. El sonido fue ensordec
o en el pasillo vacío-. ¡Lo promet
alrededor, la sangre martilleando en mis oídos. Sabía dónde estaría. El viejo puente abandonado
cariamente en el borde, recortada contra el cielo a
era cruda, desgarradora, pero era demasiado tarde. Giró
ble-. Él ganó. No puedo vivir con
demos luchar contra él! ¡Solo vuelve conmigo! -Mis manos, las manos qu
rradora y etérea, y una sola lágri
, Ade.
o donde había estado mi herm
uardias de Carlos. Siempre allí, siempre observando. Me sujetaron mientras me debatía, mis gritos ra
inaciones de este monstruo. Mi mundo era un páramo. Mi corazón era un desastre hecho
frimiento. La oscuridad me envolvió, una manta misericordiosa
n un paisaje familiar, pero extraño. Tenía la garganta irritada, los ojos hinchados y secos. Mi
olo había una llamada que necesitaba hacer. Un número que había guardado hace ci
, su voz tranquila, firme,
todo bien? No he s
o destruyas. Cada parte de él. ¿Todavía ofreces ese trabajo? -Mi v
su voz, firme y
onsidéralo hecho. Sol
de mis huesos. Mi siguiente llamada fue a mi abogado de divorcios. Era h

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