Instalar App
Historia

Capítulo 3

Palabras:1331    |    Actualizado en: 27/11/2025

vista de

or un dolor punzante en mi sien. Mi mano voló a mi cabeza, regresando pega

a recostada en la cama, su rostro contorsionado en una máscara de pura rabia. Sus

o de esta mujer, después de lo que había soportado, después del sacrificio supremo que había hecho por ella

veo -dije, mi voz plana, desprovista de emoción-. Eso

ivilegio inmerecido me asfixiaba. Pero Aurora bloqueó la

tamente fuera de peligro. Carlos no te dejará -ronroneó, su voz go

cia la mesita de noche, ignorando las miradas furiosas de la señora Cantú. Tomé una bandeja estéril, mis mo

un agudo escozor floreció en mi mejilla. La señora

te el futuro de Carlos! ¡No eres más que una cazafortunas! Mi Aurora me contó todo sobre tu madre y tu

de mi vida, irrevocablemente perdidas, y ahora siendo calumniadas por esta mujer vil. Mi visión

Cantú. Mis dedos se apretaron, apretando. Sus ojos se salier

adre. Y tu yerno mató a mi hermana. Me quitaron todo. Y tú... mereces pudrirte en el infierno junto a ellos. -Mi agarre se apretó aún más, los f

y repugnante, mi cabeza se estrelló contra el yeso. Carlos estaba sobre mí, su rostro

ás de él, protegiéndolas. Su mirada, cuando se p

e eras una ingrata, pero esto... esto es imp

ima, se aferró a él, so

i madre, Carlos! ¡E

aba apretada. Me miró a lo

lpate.

, mi cabeza palpitando. Apreté

un

entas aparecieron al instante-. Llévensela. Llévensela a la bodega. Y asegúrense de q

donde tenía a sus Doberman. Bestias feroces y gruñonas, entrenadas para atac

e abrieron

! -Las palabras salieron desgarrad

omo bandas de hierro en mis brazos, arrastrándome fuera de la habitación. Luché, pero eran

uridad. Dos enormes Doberman, sus ojos brillando verdes en la penumbra, se lanzar

, más adentro del espacio cavernoso. Abrieron una pesada puerta de barrotes de hierro, empujándome dentro de u

ojos fijos en mí. Merodeaban fuera de mi jaula, su aliento caliente contra los barro

gas esto! -Mi voz era un gri

incipal, oí el sonido débil

Adelaida. No hasta que te

a encontrado un punto débil, un hueco en los barrotes. Su hocico se abrió paso,

o de alejarme. Pero su agarre era firme. Podía sentir sus dientes

e sangre, las lágrimas corriendo por mi cara. Marqué e

or favor! ¡Ayúdame! -Mi voz era un gemido ro

anquila entró en

ica, Carlos. No la escuc

tante y sin emociones-. Admite que intentaste matar a l

está rota! -Las palabras salieron desgarradas de m

ejando morir. Mi corazón se encogió hasta convertirse en una cosa di

desgarrando. Un dolor blanco y candente, luego un chasquido nauseabundo. Mi mano quedó inerte, colgando

tenso, demasiado abrumador. La oscuridad nadó ante mis ojos. Justo antes de desmayarme, vi a Carlos, su rostro pálido y ho

Lo siento mucho. No

a era una

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY