/0/21047/coverbig.jpg?v=be48b43ec48ca7a05a54a0f4e3daf04a)
mo maestra sanadora, yo era la única que podía salvarla. Durante meses, dr
onia prohibida que transferiría toda mi ener
-dijo él, con los ojos vacíos
sario, me obligó a firmar los papeles del divorcio y prometió
tó a un altar y
ue Francesca estaba fingiendo su enfermedad. Pero Damián la ap
día en que me dijo por primera vez que Francesca estaba e
ítu
piel, un crudo contraste con la calidez que alguna vez irradié. Damián insistía en estas "transferencias de energía", drenando mi esencia para alimentar su fantasía desesperada. Me se
or agudo me atravesó el pecho, haciéndome jadear. Mis piernas cedieron y tropecé, sujetándome del borde del altar. La habitación daba vueltas. El familia
ación, levantó la vista de su tableta. Frunció el ceño, un d
contenía una fracción de suavidad-. ¿Est
un segundo fugaz, una esperanza tonta y desesperada floreció en mi pecho. Quizás, solo quizás, me vería, realmente
los míos. Estaban fijos en los cristales brillantes, luego se desvi
dado disolviéndose como la niebla-. Su condición... se está deteriorando rápidamente.
remonia de Sanación. Conocía ese término. Era un ritual antiguo y prohibido, del que se susurraba en voz baja en Cima Serena.
, un tambor frenético contra mis costillas. Sentía la garganta en ca
allí, ningún reconocimiento de la mujer que una vez juró amar. S
u voz plana, sin emociones-. Y tú, Elena, e
herramienta para ser utilizada, un activo para salvar a su "verdadero amor". Todo este tiempo, todo este dolor, todos m
mentada por una repentina y feroz oleada
desapareció por completo, reemplazado por una tormenta
s clavándose en mi carne-. Me lo debes, Elena. Se lo debes a Francesca
ombro se estrelló contra la madera pulida, un dolor sordo floreciendo al instante. Una pila de papeles blancos y crujientes es
uego, después de que Francesca esté completamente curada, después de la ceremonia, nos volve
nvocó a nuestra familia, a nuestra hija, Clara, como si no la hubiera destruido ya.
lsa sinceridad-. El "Faro de Cima Serena", te llamaban. Una verdadera sanadora
cación, mi propio ser. Y ahora, quería los últimos vestigios de mi fuerza vital. No me querí
mí, la poderosa sanadora que podía arreglar cualquier cosa, a cualquiera, incluso una enfermedad terminal que Francesca podría ni
ación genuina que había ofrecido. Lo había dejado todo por él,
No después de su "Gran Ceremonia de Sanación". Pero si me negaba, ¿qué pasaría con Clara? Mi pequeña, mi única luz.
e firme. Tomé la pluma, mi mano ya no tem
stello de irritación en sus ojos.
reguntó, su t
su futuro. Y le dirás, cuando tenga edad para entend
o deseo, un último suspiro de sentimentalismo. Asintió bruscamente, ya mirando
a. Nunca sabría que no estaría esperando ningún "nuevo comienzo". No en esta vida. Pero mi hija, m
lgo. Por Clara. Firmé los papeles, la tinta sangrando débilmente en el papel barato. Un contrat

GOOGLE PLAY