por los pasillos estériles del Hospital Ángeles del Pedregal, mis pasos silenciosos, mi corazón un latido sordo en mis oídos. No sa
o vendado, su rostro pálido pero aún irradiando esa belleza inherente y cautivadora. Leo estaba senta
a un gruñido bajo, lleno de una mezcla de ira y
o, sus ojos se abri
. Y... y Elisa. No po
a débil,
Leo se leva
Carla? Ya lo dijimos.
esperado,
s, una lágrima esca
implemente no podemos. Tenemos que volver a como er
sollozo ahogado traicionando la convicci
comenzaron a caer, trazand
Carla. Por favo
no, entrelaza
la cabeza hacia la ven
Elisa. Para que podamos v
la apretada, una feroz determinac
jar. Me quedaré aqu
e avena intacto de
me
a, las lágrimas ahora c
o. Solo... so
la mano, enviando el tazón a estrellarse contra el su
nte se agachó con calma, r
rte. Ya mandé a la enfe
ta de frutas, comenzando a pelarla con una facilidad practicada. P
que había jurado protegerme, se había ido. Fue reemplazado por este hombre, este hombre ferozmente amoroso y absolut
ejos recuerdos, todas sus promesas susurradas, se sintieron como fantasmas. Me había mirado con tanta adoración, tanta certeza, p
tó en un tipo diferente de dolor, una sorda resignación. El chico que me había
er. Ya no quería. Salí del hospital, dejándolos
Fluía, cambiaba, encontraba nuevos cauces.
hospital. Yo era una chica que había crecido sin nada, aferrándome a la esperanza de una familia estable, una pareja amorosa. Lo
an el uno al otro.
do de los motores del avión-. Adiós, mi familia e

GOOGLE PLAY