e de cortar toda comunicación. Borré mis redes sociales, cambié mi número, desmantelando lenta y meticulosamente las c
co, persistente, especialmente cuando creía que
, apoyado en el cofre, una figura familiar en un mundo cada vez más desconocido. Parecía cansado, con los h
. *Realmente está aquí*, pensé. *Re
a, un ramo de flores silvestres en la mano. Me abrazaba fuerte, me hacía girar, me decía que yo era la me
starlo. Estaba allí para dar el discurso de ruptura, para limpi
e mi sonrisa más vali
sorprendentemente fi
esaltado, con los
tado tratando de lla
l cuello de mi chamarra. Fue un gesto tan familiar, tan amoroso, que por una frac
e podría haber sido un toque fue reemplazada por un vacío helado. El gesto era un hábito, una memoria muscular, pero la intención detrás
ndo la respiración. *Ya no me ama*. La compren
ratando de parecer indiferente-. Se cayó en un charco en mi
más y temblé, mis mejillas sonrojándose. No era solo el frío; era
su mirada fij
audible-, hay algo que necesi
reconocí, llenó el aire. Mis labios se torcieron en una sonrisa triste y delgada. E
arma. Su rostro, ya pálido, se quedó sin colo
Qué pasó?
o y puro que rara vez le había escuchado, ni siquiera cuando
Qué tan grave? ¿
mblando. Se giró, s
rme. Carla está herida. E
xcusa. La urgencia en su voz, el pánico en sus ojos, me dijer
llo, sacando un peq
o en mi mano-. Para t
ego desvió rápid
tarde. Tenem
esapareciendo por la calle, dejándome allí de pie, con un pequeño
que le mostrarías a un extraño, no a alguien a quien le habías prometido un para siempre. Lo apreté con f

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