o más lágrimas. No más suplicar en silencio por su afecto. Si quería
a bandeja que Cristian pr
erdamos el tiempo con brindis individuales. ¡Fondo! -Me bebí el primer shot, el líq
e de mi tamaño, todo mientras mantenía una fachada de control elegante. Estos hombres poderosos, estos titanes de la industria, a menudo subestimaban a las mujeres. Veían una cara bonita, una sonrisa complaciente, y asumían debilidad. Nun
án, impresionado-. ¡A
te difícil llamado Señor Elizondo, levantó una c
r de armas tomar. De acuerdo, Cantú. Una ronda
los suyos, un desafío silenc
o -dije, mi
aición. Sentí un extraño desapego, observándome desde lejos, una marioneta con un nuevo maestro. La cabeza me daba vuelta
no buscando apoyo en la mesa. Cristian estuvo allí al instante, su
? Ya has bebido suficient
como una violación. Me apoyé en él, fingiendo
ol-. Si no puedo... aguantar el alcohol... ¿enviarías a Kimberly a terminar el
extraña mezcla de emociones en sus ojos: desprecio,
aficionada? No podría manejar a estos viejos lobos. No, Ana. E
hada, pero irremplazable. La ironía era un cruel giro del cuchillo. Lo miré, mis o
só por su rostro, como si casi entendiera. Pero luego
prendente oleada de
odka-. Terminemos con esto. -La bebí de un trago, el líquido ardie
a con la mano, una risa estruen
eres un hombre afortunado! ¡Por Ana,
ré una sonrisa débil, l
ros -murmuré-. Si
una repentina sobriedad atravesando la neblina del alcohol
zondo pareci
ablando del nuevo desarrollo turístico en P
ía mentido. De nuevo. La botella se me resbaló de los dedos temblo
esesperada. Cristian. Kimberly. Se habían ido. La mesa estaba vacía, salvo
s como gelatina. Tropecé hacia el baño, el mundo desdibuj
de los cubículos privados. La voz dulce y zalam
mí -se quejó Kimberly-. Podría haber cerrado el trato.
los viejos les gusta el encanto de "veterana" de Ana. Además, le hace bien
lantada en la boda? -preguntó Kimberly
solo era un medio para un fin. Ahora es nuest
dió. No más Ana. Lo dijo con una crueldad tan casual. Era
fría e implacable que igualaba la tormenta que se desataba dentro de mí. Empujé las pesadas puertas del club, el aire fresco de la noche una b
a actuación para su retorcida ambición? Le había dado todo, y él me había pag
devastadora traición... era demasiado. Me tambaleé, mi visión se volvió borrosa, el mundo girando en un vórtice vertiginoso. Mis pie
eradas alrededor de mi conciencia que se desvanecía. Nadie me vio. A na
paño suave rozó mi rostro, limpiando la lluvia y las lágrimas. Mis párpados se abrieron apenas. Vi una silueta o
u costosa chaqueta, una tela oscura y afelpada, y la colocó con cuidado sobre mi cuerpo temblor
oz un tono grave y autoritario-. Y aseg
ueva voz, la de un chofer, claramente
odavía fija en mí. Y entonces, l

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