img El Magnate que Conquistó mi Corazón  /  Capítulo 5 | 20.00%
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Historia

Capítulo 5

Palabras:1344    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:43

o más lágrimas. No más suplicar en silencio por su afecto. Si quería

a bandeja que Cristian pr

erdamos el tiempo con brindis individuales. ¡Fondo! -Me bebí el primer shot, el líq

e de mi tamaño, todo mientras mantenía una fachada de control elegante. Estos hombres poderosos, estos titanes de la industria, a menudo subestimaban a las mujeres. Veían una cara bonita, una sonrisa complaciente, y asumían debilidad. Nun

án, impresionado-. ¡A

te difícil llamado Señor Elizondo, levantó una c

r de armas tomar. De acuerdo, Cantú. Una ronda

los suyos, un desafío silenc

o -dije, mi

aición. Sentí un extraño desapego, observándome desde lejos, una marioneta con un nuevo maestro. La cabeza me daba vuelta

no buscando apoyo en la mesa. Cristian estuvo allí al instante, su

? Ya has bebido suficient

como una violación. Me apoyé en él, fingiendo

ol-. Si no puedo... aguantar el alcohol... ¿enviarías a Kimberly a terminar el

extraña mezcla de emociones en sus ojos: desprecio,

aficionada? No podría manejar a estos viejos lobos. No, Ana. E

hada, pero irremplazable. La ironía era un cruel giro del cuchillo. Lo miré, mis o

só por su rostro, como si casi entendiera. Pero luego

prendente oleada de

odka-. Terminemos con esto. -La bebí de un trago, el líquido ardie

a con la mano, una risa estruen

eres un hombre afortunado! ¡Por Ana,

ré una sonrisa débil, l

ros -murmuré-. Si

una repentina sobriedad atravesando la neblina del alcohol

zondo pareci

ablando del nuevo desarrollo turístico en P

ía mentido. De nuevo. La botella se me resbaló de los dedos temblo

esesperada. Cristian. Kimberly. Se habían ido. La mesa estaba vacía, salvo

s como gelatina. Tropecé hacia el baño, el mundo desdibuj

de los cubículos privados. La voz dulce y zalam

mí -se quejó Kimberly-. Podría haber cerrado el trato.

los viejos les gusta el encanto de "veterana" de Ana. Además, le hace bien

lantada en la boda? -preguntó Kimberly

solo era un medio para un fin. Ahora es nuest

dió. No más Ana. Lo dijo con una crueldad tan casual. Era

fría e implacable que igualaba la tormenta que se desataba dentro de mí. Empujé las pesadas puertas del club, el aire fresco de la noche una b

a actuación para su retorcida ambición? Le había dado todo, y él me había pag

devastadora traición... era demasiado. Me tambaleé, mi visión se volvió borrosa, el mundo girando en un vórtice vertiginoso. Mis pie

eradas alrededor de mi conciencia que se desvanecía. Nadie me vio. A na

paño suave rozó mi rostro, limpiando la lluvia y las lágrimas. Mis párpados se abrieron apenas. Vi una silueta o

u costosa chaqueta, una tela oscura y afelpada, y la colocó con cuidado sobre mi cuerpo temblor

oz un tono grave y autoritario-. Y aseg

ueva voz, la de un chofer, claramente

odavía fija en mí. Y entonces, l

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