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de mi prometido, invertí hasta el últ
llantes cirugías de reconstrucción de hi
imiento de nuestra bo
irugías eran "puro teatro" para atraer a inv
ó. Ni siqui
de proteína" para mantenerme dócil y m
, exponer mis secretos médicos más íntimos y lu
sobre las cenizas de mi di
o, iba a tener uno. Solo que
enía en mi lista negra, el despiadado magnate de la Ciudad d
ítu
o se me hi
ia local comenzaba a desaparecer. El olor estéril de la clínica se aferraba a mi
número nove
portando la reconstrucción precisa y dolorosa de un hime
la Dra. Elena, su voz suave, teñida de una
ontura, con una mirada inquisitiva. A
débil y ensayada, ajus
iosa por mi gra
n día. Una boda que se sentía como una tramp
e, una leve arruga mar
ueve... entonces, ¿
aire, una súplica silenciosa por
-confirmé, mi voz
o esto por un hombre que decía amarme pero exigía pruebas de una inocencia
vento, suavizar cualquier escándalo. Mi imagen pública era de una compostura imperturbable, un
. Era más joven, ambicioso, con ojos amables y un encanto juvenil que había desarmado mi cinismo h
eños. Organicé fiestas lujosas, le presenté a inversionistas poderosos y navegué por las aguas infestadas de tiburones d
entésimo procedimiento. Era su manera, me había explicado, de asegurar que nuestra unión fuera pura, sin mancha. Quería sentir que era el
confortante, se sentía duro, revelador. Un dolor sordo palpitaba entre mis muslos, reflejando el d
jo, noté un auto familiar estacionado a unos pocos lugares de distancia. El elegante Tesla negro de Cristian. Debía estar
lliciosa, rompió la quietud de la tarde. Mi corazón dio un extraño vuelco. Ya casi nunca se reía
un hombre, más grave. Era Damián Franco
ian r
mi minita de
e oro? La sangre se me heló, el miedo
eh? -rio Damián-. ¿Todavía se cr
ido de puro desdén que re
rada por un anillo que se creería c
la manija de la puerta, mis nudillos se pu
de genuina preocupación en su voz-. Se ve... demac
nido áspero y chirriante que
gran día. Mira, Damián, está perfectamente bien. Un poco menos.
, sonando genuinamente per
voz bajó un poco, pero aún podía
utomático andante, no una esposa. ¿Esos procedimientos? Puro te
isión se volvió borrosa.
untó Damián, su voz más baj
anta la idea de una socialité pura e intacta. Los mantiene regresando, mantiene el dinero
bilis subiendo por mi gargant
s cenas, casi como en un sueño -dijo Damiá
e dientes, un son
xtra en sus licuados antes de nuestras "citas". La man
que era por mi salud, por mi piel. Los recuerdos borrosos de esas cenas, el extraño desapego, la sensación de ser observ
o. Todos esos años, todo ese sacrificio, todo ese dolor... ¿para esto? ¿Para ser u
rompiendo mi aturdimiento-. Es la próx
se ensanchó, un brillo
empieza la verdadera diversión. Voy a exponerla públicamente, a humillarlpunto de rabia al rojo
ly? -insis
erna-. Mi amor de la infancia. Ella me entiende. Es con ella con quien realme
Kimberly. El nombre atravesó la niebla de mi conmoción.
s cortos y superficiales. El mundo giraba. Mis cinco años de devoción, toda mi fortuna, mi propio ser, no habían sido más quevez, volvía a casa, exhausta y vagamente asqueada, solo para que Cristian estuviera allí, elogiando mis esfuerzos, reforzando la mentira de que
lida de la universidad, navegando en un mundo que a menudo juzgaba a las mujeres por su apariencia y sus conexiones. Había aprendido pronto a usar esas percepciones a mi favor, construyendo una reputación como una mujer de negocios astuta, una arquitecta social.
dolor... todo era una burla, todo para nada. Iba a des
do de mí, reemplazando la desesperación. Si quería un
años, pasando por el que había bloqueado activamente. Constantino Rivas. El notorio magnate de capital privado de la Ciudad de México. P
e. Luego, con una oleada de determ
i boda. T

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