illeaba contra mis costillas, un tamborileo caótico en el repentino silencio de mi decisión.
e que me hizo saltar. Su nombre apareció en la pantalla: "Constantino Riv
Se me cortó la respiración. ¿Podía hacer esto? ¿Podía realment
esta vez. Respiré hondo, armándome de valor. Esto ya no se trat
momento en que contesté. No hubo saludo, ni vacilación. Solo mi n
ondí, mi voz sorpr
tono-. Es una petición bastante peculiar, incluso para t
ero las dejé pasar. Tenía t
a alguien más -dije, con una calma deliberada en mi vo
o de la línea. El silencio se ala
ees que alguien más se atrevería siquiera a intentarlo? -su voz se elevaba a
aún nivelada-. Y ahora mismo, necesito a alguien que pueda
os oscuros entrecerrados, una lenta sonrisa extendiéndose por sus labios mientras sopesaba las posibilidades. El estómago se
nticipando su llegada. Se negaría. Se burlaría de
pusiste en tu lista negra. Me excluiste. Pensaste que podías alejarte. -Una risa sin humor se
la ma
nstantino. Estoy tomando
años -replicó, su voz teñida de triunfo-. Entonces, ¿qué ha cam
una ola de agota
crudas y dolorosas-. Una tonta ingenu
ír la sonrisa en su voz-. Cuéntamelo todo. Cada detalle. Y
, Constantino -dije, tratando de
ueado, cada correo electrónico eliminado. Me enviarás tu ubicación actual, y yo enviaré
i me
tú sola -dijo, la diversión clara en su voz-. No hago carid
undieron en la d
-. Te enviaré
-dijo, y la l
de crueldad le precedía. Hacía dos años, había irrumpido en la escena de Monterrey, comprando empresas en quiebra y convirtiéndolas en oro, dejando un rastro de carreras rotas y competidores aterrorizados a su paso. Era salvaje, impredeci
lofrío me recorrió. ¿Qué había hecho? Pero entonces, el rostro burlón de Cristi
o y la mente entumecida. El edificio se sentía opresivamente silencioso.
, cariño. Estaba
pación, con los brazos abiertos. El familiar olor de su c
na docena de veces. -Se movió hacia mí, s
a sonris
sintió natural, una facilidad practicada que venía de años de nav
ño, su mirada
ien contigo? -Sus ojos recorrieron la entrad
e sonar convincente, apartándome de su i
ego sonrió, su exp
hacer la cena. ¿Qué tal una noche agradable y relajante
apartándome in
uiero darme una ducha.
Siempre estás hermosa, Ana. Vamos, un abrazo rápido. -Presionó su
ligera y femenina resonó desde
ubio caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos, grandes e inocentes, se encontraron con los m
ndo por sus mejillas-. ¡Debes ser Ana
de mi cintura, un ligero
volver a la ciudad y necesitaba un lugar donde quedarse un tiempo. -Terminó
infancia. La mujer con la que planeaba casarse. La muje
a, mis labios se
on a Cristian, una acusación silenciosa
sus ojos parpadearon hacia C
meto que no soy ninguna molestia. Si prefieres que me vaya, lo entiendo completamente. -

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