img Gardenias y su último adiós  /  Capítulo 1 | 8.33%
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Historia
Gardenias y su último adiós

Gardenias y su último adiós

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1237    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:38

Me dejó sola, plantada en medio de un salón lleno de invitados, para c

l apellido de su familia, y me acusó de fingi

que yo cargaba: un diagnóstico de leucemia terminal

ror de borracho, la noche que escupió con

aba en la habitación estéril de un hospital, sola, interrumpiendo el embarazo de nuestro bebé

de nuestra historia, una liberación

de compromiso, el aroma de las gardenias llenando el aire, justo mome

ítu

sta de Elen

apretaba el nudo de angustia en mi estómago. Sabía que Franco no

, su prometida, sino a alguien más. Siempre buscando a alguien más. Su frialdad era un dolor s

jos nunca se encontraban con los míos con la misma calidez que guardaban pa

urmullo educado de la conversación. El rostro de Franco, usualmente tan sere

a puerta. Su voz era un susurro áspero, lleno d

ano, agarran

espera. ¿

con brusquedad, como s

n me necesita. Más de lo

como una bofetada, c

iqué, mi voz apenas audible sobre la música

ue me quedaba, se desm

estaban congelados. No tenían calidez, ni reconocimie

ti, Elena -siseó, su voz cargada d

is venas, adormeciéndome. No podía moverme. No podía hablar. Se

eciendo en la noche. Luego, me volví para enfrentar a mi

negocios urgente -mentí, con la v

e, bendita sea, me dio un pequeño y alentador asentimiento. Sabía que veían a través de mi fars

vó a un lado, su mano acar

todo bien con Franco

de preocupación,

forzando una sonrisa tranquilizadora-

No podía añadir mi

yo. Él era el niño travieso que me jalaba las coletas, el valiente caballero que ahuyentaba dragones imaginarios. Me prometió la luna y las estrellas, un jura

cambiante. La riqueza de su familia se disparó, consolidando el nombre de los Mayer como un titán de la industria.

ño que conocía se había ido, reemplazado por un hombre frío y ambicioso, con los ojos hundidos por el dolor. Eduardo, el padre de Franco, sacó la vieja promesa de los polvorientos estantes de la

ar. Me veía como un obstáculo para su verdadera devoción: Katia. Ella era la que realmente amaba, la que creía que es

he, después de demasiado whisky. Sus p

en mi brazo-. Tú y tu madre, aferrándose a nuestro apellido, a nue

ojos ardiendo

o a través de tu actuación. Quieres u

compromiso era la primera vez que realmente nos veíamos, que realmente estábamos juntos, en

os de sus palabras todavía resonando en mis oídos. El s

a boca. La cabeza me dio vueltas. La habitación se incl

aquí. Antes de que a

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