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de la Vega. Durante cinco años, mis hermanos por f
ado en el altar-, regresó con una historia falsa
Cuando intentó envenenarme con una a
su fiesta, mis hermanos me a
tituta sin valor, u
me ataron a una cuerda y me dejaron col
gí mi muerte y desaparecí. Querí
ítu
a Garz
prometida, la mujer en su brazo en cada gala, aquella cuyo nombre se susurraba junto al suyo. Y en cinco breves min
Una adquisición hostil que no podía posponerse. Un viaje a Mónaco que no podía perderse. Nuestra boda, la de verdad, con el vestido que yo
voz un estruendo bajo y embriagador que me hacía creer cualquier cosa-
e mí que había pasado hambre toda su vida finalmente estaba siendo alimentada. Pensé que
dedo de Helena. La misma Helena que lo había dejado plantado en el altar cinco años atrás, huyendo con un
documento. Alejandro ni siquiera miró por la venta
a, se veía radiante. Nadie diría que se estaba muriendo. Esa era su historia, al menos. Cáncer de páncreas en
contra su vestido carmesí. Era una bandera de victoria. La ondeó, no a nadie e
s falsas-. Lo siento tanto. Siento tanto lo
e posaron en mí al otro lado de la calle. Una son
uila tarde, lo suficientemente alta para que yo escuchara ca
de la ciudad se desvaneció en un zumbido sordo. Miré a Alejandro, mi Alejandro, el hombre que me había
No respondió. Un segundo.
, pesado y espeso como cemento húm
, su mirada vacía,
lena, pero sus palabras iban dirigid
bre en sus labios fue un
existía. Yo no era Valeria. Solo era la que no era Helena. Un parch
rojó al cuello de Alejandro y lo besó, un beso profundo y posesivo que reclamaba su territorio. Él le devolv
ás, mi mano volando a mi boca para ahogar
todo. Todo fu
puertas se abrieron de golpe y mis tres hermanos mayores -Diego
ritó Diego, el mayor, levantando una botell
en un abrazo grupal, sus voces una c
, ¿está
s estar fuer
llevart
ente habían comenzado a tratarme con el cariño que había anhelado toda mi vida. Ni siqui
a, la heroína conquistadora, en la camioneta. Ale
mioneta se cerró d
sorio olvidado de una vida que
a el frío cristal del escaparate del café. El escozo
Yo era la callada, la pieza de repuesto olvidada. Ella recibía los elogios; yo, la ropa usada. Ella conseguía el papel principal en la obra de la escuela; yo estaba en el coro. Ella consigu
Vega estaba furiosa. Mis hermanos, que la habían adorado, juraron que ya no tenían una hermana llamada Helen
nombre de Helena, sus manos enmarcando mi cara, su aliento espeso a whisky y dolor. "¿Por qué me d
ión, me hizo una oferta. "Cásate conmigo, Vale", había susurrado, con
staba mal. Sabía que era una sustituta. Pero pensé, recé
e dije
. Me abrazó y me dijo que era hermosa. Mis hermanos, Diego, Bruno y Carlos, se convirtieron en los hermanos mayores que siempre había
, creí que me amaban. Amad
os semanas, H
a protección... todo volvió a ella como una liga, dej
ó en un sollozo. Las lágrimas corrían por mi rostro, calientes e inútiles. Un ho
to en un estante, mantenido en perfectas condicione
m
una chispa en la ab
más una
tía las piernas como plomo, pero las obligué a moverse. No volver
de la mano, un gesto inútil. Ya e
indiferente-. No aceptaré sus migaja
pecho. Un dolor tan profundo que se sentía físi
me end
a que un taxi negro y elegante se d
orita? -pregun
lizaba en las carteras de los ultrarricos, una firma que mi abuela había utilizado. Un fid
jo en la Calzada del Vall
a de cuero frente a un hombre llamado Licenciado Arriaga. S
o amablemente-, ¿en
ulmones. Encontré su mirada, mi propio re
sorprendentemente firme-. La más remo

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