a Garz
reducido a un so
e Alejandro era frenéti
su mano perfectamente cuidada, donde una pequeña mancha
ín de primeros auxi
e al médico del ba
ible. Mientras tanto, mi vestido era una pira, las llamas trepando ávida
zos ahogados de agonía y desesperac
con los ojos muy abiertos y horrorizados. No dudó. Se quitó la chaqu
! -gritó, su rostro a centímetros del
e a una Helena llorosa fuera de la cubierta, de espaldas a mí. Ninguno de ellos miró hacia a
is piernas eran un desastre de quemaduras en carne viva y supurantes. El médico trabajó rápidamente, c
nistros, dejándome sola
stido arruinado. Mis dedos se cerraron alrededor de mi teléfono. Era un teléfon
o abrí. Era de la oficin
u nuevo nombre. La isla es oficialmente suya. Los arreglos fin
rgió en mí. Escribí una respuesta, mis ded
én le e
lina de la morfina. Estaba de pie en la puerta, con l
léfono e intenté esconde
to. Sus ojos se
condes,
piernas. El médico había cortado la tela quemada, dejando las horribles heridas ex
en seco. El color se
ia... ¿por qué no gritaste
a y rota escap
ro. Simplemente no
ombre que creía conocer. Corrió a mi lado, su voz teñida de una
e. Te conseguiremos
no flotando sobre mi cabello como si q
os hermanos están con ella.
ternura, esta preocupación... ¿qué valía ahora? Él era el esposo
eguntó, su voz
n mis piernas no eran nada. El verdadero dolor, el que me había estado c
o, mientras limpiaban y vendaban mis heridas. Fue una agonía que
inaba, la voz melosa de Hel
elfines volvieron! ¡Tie
omento que me quitó el alient
sus ojos llenos de un conflicto
avemente a ponerme de pie-.
ba poniendo, pintando el cielo con trazos ardientes de naranja y dorado. Un grupo de delfines saltaba y danzaba en
ada por mis hermanos, sus manos entrelazadas f
sos -suspiró-. Pid
llenos de esperanza. Sabía lo que estaban deseando. Que Helena se
certeza fría y clara se apoder
e hacia mí con una sonrisa empalagosamente dulce d
gara en el aire, pesado y significativo. Luego, sonreí, una
piedra cayendo en un pozo profundo y silencioso-, no

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