andr
lujo, con las manos entrelazadas. Los tabloides explotaron con la noticia del nuevo y más joven amor del magnate tecnológico y su beb
comentarios en línea eran brutales. 'Tiene suerte de que no la dejara hace añ
padre. Era una jugada de poder, una forma de mantenerme bajo su techo, bajo su control. Acepté, pero solo porque era el último lugar donde mi pad
río lleno de flores que olían empalagosamente dulces, sofocándome. Me paré junto al ataúd abi
zar cuando las pesadas puertas de r
la brillante luz de la tard
Cari
n vestido
rrastraba detrás de ella como una cola real. Un velo cubría su rostro
a los dolientes. Damián, de
ngador, con los ojos fijos en mí. Se detuvo junto al ataúd de mi padre,
mián y yo decidimos, ¿por qué esperar? Este lugar ya está pagado, to
rededor d
están aquí p
odría haber imaginado. Secuestrar el funeral de mi padre, co
padre, arrugando la
tan sombrío. Tendremo
lápiz labial rojo brillante de un bolsillo oculto en su vestido y, con un fl
ro de mí
mis manos arañando su cara, su vestido, cualquier cosa que pudiera agarrar. Caímos en u
su cabello, mi único pensamiento era destruir
X! ¡B
aldas me arrancaron de ella. Me arrastraron hacia atrás, con los b
ien ayudaban a levantarse, con el vesti
n un dedo tembloroso-. ¿Ves lo loca que está? ¡
os solo eran para Caridad, su rostro una máscara de preocupación y furia dir
bajando a un gruñido bajo y ven
a mirarme, sus ojos frío
ada vez que haces algo como
o sentí nada. La parte de mí que se preocupaba por estar cerca de él estaba muerta y ente
durante tres noches seguidas, sosteniendo su mano, limpiando su frente, susurrando: "Nunca te dejaré".
entira
ieta en el agarre de sus hombres, una repenti
brecartas del escritorio de Damián, afilado como una navaja. En un movimiento ráp
en silencio, el único sonido e
eló, con las m
. no lo
orbitados por una mezcla de terror y una determin
orror, Dami
jos fijos en los míos-. Est
ntrolarme. Pensó q
de triunfo. Me miró, una sonrisa cruel jugando en sus labios-. Ambos. Arrodíll
. Luego, hizo un leve, casi impercept
arrodillarme, para humillarme frente al mund
me alcanzaban, un s
to. No un
dis
sional. No vino de mi mano
lcanzaba mi brazo derecho, se desplomó en el
se con
abrieron de nuevo. Esta vez, no
, sus rostros sombríos e impasibles. Se movieron hacia la habitación con una velocidad y efi
igura se abrió pa
un mar tormentoso. Llevaba un traje negro simple e impecablemente confeccionado. Se movía con u
habitación, y un destello de algo -alivio, do
suavemente la cuchilla de la mano, sus dedos fríos contra mi piel
ió para enfre
llevaba una autoridad que
tín, sus ojos convirtiéndose en esquirlas de

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