andr
dad hasta el loft de Caridad en Arboleda. Oí el chirrido de sus llantas en la calle de abajo, seguido por el
n el suelo donde la había dejado caer, sus impecables pants blancos de yoga manchados con
ste? -rugió, caminando hac
manos flotando sobre ella como si
Caridad. Ne
ana. Mi mirada estaba fija en e
ez me había mirado con devoción obsesiva ahora me miraba como si y
iar a muerte a mi padre -repliqué, mi voz tranquila
dio que ya no estaba oculto. Era crudo, real, y confirmaba t
lozaba, agarré un puñado de su cabello de nuevo y le ec
iéndose de pie de un salto-
ntras me inclinaba cerca del oído de Caridad-. O le romperé cad
renéticos, su cuerpo temblando bajo mi man
or... el Universo.
incluso ahora. Fue como gas
ta el teléfono, ¿verda
ntre mí y la chica quejumbrosa en el suelo. La visión de su
u voz temblando con una me
N
jugando a ser Dios, haré que te arrepientas por el
i fría calma. Vacilé por un segundo, mi agarre en el cabello de C
ello de debilidad y su
s las aga
sonido fr
, ¿recuerdas? Tú, de todas las person
da que acababa de reabrir torció sus fa
, que se derrumbó en un montón sollozante-. Organiza el traslado. Llév
damente. Por un momento, pensé que se negaría, que su odio
e dolorosa ternura. Se arrodilló y le apartó suave
ró, su voz cargada de e
o veneno y salió, sacando su teléfono del bolsillo y la
se fue, los quejido
ta y triunfante sonrisa extendiéndose por su rostro ensangrent
a pero engreída-. Me eligió a
olvió el
e -dije, aunque las palabras
nido húmedo y
ad crees eso? Solo te está dando po
el labio con el dorso de la mano
años. Dijo que verte vivir en su casa, dormir en su cama, e
o silencioso. La habitación se inclinó, las impec
ría odiar
tos años, resonaron en mi mente. Una mentira. El
tra vez al principio: "¿Me o
irado a los ojos y hab
re esa mentira, cargado con el peso de ser el monstruo que él tan ge
el cuchillo que ya estaba enterrado hasta la empuñadura en mi pecho-. Mercancía dañada. Por eso no pudis
cí
té
jo vivo me invadió, tan poderosa que me mareó. Los muros cuidadosamente construidos que habí
. Solo r
anta, no solo para asustarla esta vez, sino para silenciarla, par
jos desorbitados-. ¡Me va a dar un b
El golpe final
debajo de su mandíbula, presionando, cortándole el aire. Su rostro comenzó a tornarse de un púrpur
, no iba

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