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án, fue un santo por perdonarme púb
cubrí que su perdón no fue más que u
ndo escuchar a su nueva amante de veintidós años
un vestido de novia, le pintó una sonrisa de payaso en la car
-se burló-. Una mujer ro
ganza a fuego lento por un crimen que su propia madre orquestó en mi
ocaba. Me dejó una cosa: la venganza. Y yo esta
ítu
andr
arme públicamente por dejar morir a su madre. Hoy, él dejó morir a mi padre,
ino de colores. Él era todo lo que yo no era: nacido en el dinero de abolengo de San Pedro, carismático, el brillante di
evoto; estaba
to que transfería cada uno de sus bienes personales a mi nombr
susurrado, con los labios contra mi cabello-
y teatral demostración de amor que el
n pequeño bio-chip rastreador, no más grande que un grano de arroz, en l
strándome la leve cicatriz-. Y así -añadió, con los ojos oscuros por una pasión qu
te mucho tiempo, fui feliz viviendo dentro de ella. Yo lo amaba con
rir a s
ento en que Damián me llevó a casa. Me veía como una contaminación para su linaje impecable. E
teléfono en la mano, su vida pendiendo
tada, una sonrisa cruel todavía dibu
graznó-. No eres más que ba
ómo la vida se desv
e rodillas, sus gritos resonando por la enorme y vacía mansión. Me rog
amente a los o
a dejé
una máscara de incredulidad destrozada. El mundo esperaba qu
per
me tomó de la mano y anunció que no presentaría cargos. Firmó un documento l
vo en sus brazos, s
-susurré en
ó la f
ría odiarte. Te amo. Es
n cuento de hadas oscuro y retorcido del que la gente susurraba. El h
años, interpretamos el papel de
s todo
a Carida
s e inocentes y un vocabulario lleno de palabras como "energía cósmic
moró de ella,
fue un símbolo de su conexión eterna conmigo, ahora era solo una tenue línea blanca. Me dijo qu
trás, un silencioso acto de solidaridad después de que me obligaran a someterme a una histerectomía. Había
lor sordo y constante en mi pecho. Pero lo sopo
ta
pocos recursos en mi ciudad natal. Mi padre, Francisco "Paco" Martínez, se había d
de primer nivel de inmediato -dijo la enfermera, co
solo había una persona en el mundo que podía or
a Da
ía sostener el teléfono. Contestó al segund
lce, empalagosa y got
o ahora mismo. Estamos alineando nues
d -dije, con la voz peligrosa
aprender a dejar que el Universo se encargue de las cosas. Aferrar
Damián de fondo, tr
én es
ambiando a un puchero-. Está
Un momento después, su voz apareció en la
en mi garganta-. Se está muriendo, Damián. Necesi
. Pude oír a Caridad
co... karma... to
alabras destrozaron el último
enseñando sobre el flujo natural de la vida y la muerte. El Universo
dora me invadió. Los siete años de mentiras, de su perdón actuado, de mi sufri
morir a mi padr
, mi voz apen
é allí, las palabras frenéticas de la enfer
án le había comprado. Me tomó quince minutos llegar allí. La puerta no fue rival
piel blanca, encendiendo incienso. Levantó la vista
aquí? Tu energía
o cabello rubio y le estrellé la cara contra la mesa de centro
nido agudo y
el número de Damián en videollamada. Contestó al instante.
, te
n la cara ensangrentada, los ojos desorbitados de terror, sus gr
una máscara
a mano de un cirujano-. Lleva a mi padre a la mejor uni
ganta de Caridad, y ella s
lla

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