sta de Jose
ndo, vi un destello de algo -pánico, tal vez incluso culpa- antes
un gesto protector que se sintió como un
z baja y peligrosa-. ¿
ra sobre mí. Me miró de arriba abajo, observando mi sencillo vestido negro, las ojer
egunta tan absurdamente falsa
o me aparté como si su toqu
mi voz un susurro roto que no sonaba co
ia con los ojos muy abiertos. Era la misma mirada que había perfeccionado e
a-. Lo siento mucho. Javi me dijo que ustedes dos
licada en el brazo de Javi. -Tal vez deberí
onándome como la exesposa histérica e
ojos de mi rostro. La veía a ella como frágil, nece
ada finalmente girando hacia ella. La vista de su
lento que tenía, llorar a voluntad. -Yo... solo intentaba ser amable -gi
lo no se hubiera enfermado... si el veterinario no hubiera insistido en el helicóptero... -Estaba retorciendo el cuchil
nsa. Me miró, sus ojos llenos de decepción, como si yo fuera la qu
se rompió de nuevo. La estaba defendiendo. Estaba defendiendo a la
cortaban mechones de cabello con unas tijeras de manualidades. A ellas metiendo una rana muerta en el estu
s, el chico aterrador y magnético al que todos temían. Le había mostrado mi in
suaves, y prometido: -Haré que paguen, Fina.
sma chica en sus brazos, protegiéndola de mí.
ida en los escombros del pasado, porque la expresión
o al tono bajo y persuasivo que usaba en las sal
sa -dije, las
lsas y se acercó a mí, con la mano extendida. -Jose
pulsiva que retrocedí instintivamente, reti
ar un jadeo teatral, tropezó hacia atrás y se derrumbó en el césped im
unando su tobill
áscara de furia atronadora. Miró de sus lágrimas fing
ios hiciste

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