sta de Jose
en mis huesos como un frío permanente. Priorizar a Bárb
que ella presumió en redes sociales al día siguiente. Mientras tanto, el tratamiento experimental que los médicos de Kiara habían re
mencionado casualmente que pensaba que las colinas onduladas serían un lugar perfecto para un viñedo algún día, y no quería
o, que había justificado, ahora se alineaban como sold
l jardín de rosas del conservatorio local, su lugar favorito. El aire era dulce con el aroma de las flores en flor, un contrast
Ja
rarme. Mi asistente no me dijo. Vuelo
página en el periódico local. No se había enterado porque no había estado buscando. No le había importado lo suficiente
pero fue persistente. Finalmente, conte
quiere
comenzó, su voz cargada con una actuación de du
escapando de mis labios-. Tú fuiste quien de
a la defensiva-. El perro de Bárbara, él.
, cada palabra un trozo de hielo afilado-. Dime, ¿en qué mundo el dolor de est
no pensé... Bárbara e
gosa en el fondo, arrullando su nombre. -¿Jav
e como gasolina en l
-dije, mi voz te
, esp
s de sus mentiras, no con la voz de el
mi abogado había preparado meses atrás, durante un fugaz momento de claridad después de que sospeché por primera ve
a era un lu
imonio" años atrás. Dijo que era una ceremonia privada, solo para nosotros, para mantener las cosas simples y fuera del ojo público mientras su nego
destapaba una pluma. La firma fue n
por correo electrónico a mi abogado con un
solo un edificio lleno de fantasmas y promesas rotas. Solo volví por una razón: las pinturas de Kiara. Hab
s costillas. Mientras me acercaba a pie, vi su auto, un deportivo bajo y
uería tomar las cosas de Kiara e irme sin una confrontación. Me deslicé por
des puertas de crist
su cabello, su boca devorando la de ella. No era un beso tierno. Era h
e terracota, mi cuerpo temblando. Verlos, en mi casa, en el espacio donde hab
fuerza, tratando de
jardín de rosas que Kiara me había ayudado a plantar. Javi tenía
su voz flotando en el aire quieto-. Pero
-Estaba pensando lo mismo. La derribarem
as palabras que una ve
ededor de su cuello, besándolo profundam
nde su risa todavía resonaba en los pasillos si escuchaba con
las pinturas del ático. El alma de Kiara, capturada en l
a, mi rodilla raspó contra la áspera terracota.
ue suf
jo mi pie. Las cabezas de amb

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