sa
a Damián. Lo dejé pasar al buzón de voz, pero vol
ntó, su voz tensa con u
ncendido hacía una hora. Una foto de Damián y Kendra en la recepción de una boda durante el fin de semana. E
erla? -pregunté, con vo
a de esperanza en su voz. Quería una pe
taría enojad
lado de la línea. Mi indife
y a cenar con unos clientes esta noche en La Terraza
de que pud
cinas. Cuando entré, Kendra ya estaba en el asiento del copiloto. Se
i venía. Espero que esté bien. -Su voz esta
al asiento trasero sin decir una palabra. Yo
go, sus ojos encontrando los míos en el espejo retrovisor. Di r
los amigos de Damián, Ma
o un error de borracho. -Estaba tratando de interferir, de sua
olo a los ojos-. De hecho, hay que feli
gnación llorosa. Esta Elisa tranquila y distante era una extraña para él. Recordó la vez que lo acorralé en una fies
staurante se acer
¿Abro la botella de champán q
al de Kendra, lleno de suficiencia. Así que eran
ntes de que Damián pudiera hablar-
o con paso firme. Damián me siguió,
án, no es lo que piensas
desdén, liberando m
en el baño de damas, dejándolo
Damián estaba parando un brindis, interponiéndose
decía, su voz firme pero su
l alcohol, un hecho que Damián a menudo elegía olvidar cuando era inconveniente. Un cliente seguía presio
Si tienes una reacción, te llevo a urgenci
les paralizantes. Fuimos al hospital. Una doctora entró en la habitación, con el rostro so
abrazó. No me consoló. Se volvió contra
tan descuidada? ¡Te dije que no
Por su error. Po
a, protegiendo galantemente a Kendra de una sola copa de champá
sa y salí del restaurant
ó furioso en nuestro apartamento, co
? ¡Simplemente te fuiste! ¡Me
en medio de nuestra sala de esta
bur
n dejarme de nuevo? -Se rió, un soni
la marca de café equivocada. Le había rogado, sollozando, que
los ojos. Mi voz era baja, pero r
tá