sa
brazo con una mirada distante y clínica, como si evaluara una grieta menor
ra cargada de martirio-.
que ocuparse antes de poder volver a cosas más importantes. Asentí aturdida, el
a en el asiento del copiloto, mis ojos se posaron en un pequeño ambientador rosa brillante que colg
suró a desengancharlo, sus movim
e broma. Por la fusión. Es
olor en mi brazo era una marea crecien
e. No dejaba de mirarme, con el
vas a tirar
rojado a la noche, un pequeño y patético acto de desafío. Le habría gritado, ex
namente curiosa-. Es tu coche, Damián
las luces de la ciudad pasando borro
conducir? La clínic
inutos en ese silencio sofocante antes de que su teléfono sonara con un tono de
tó en
ra? ¿Q
a pequeña
eo que el champán se me subió a
alabra a mí. Simplemente ejecutó una vuelta en U br
ndo de la clíni
iquín de primeros auxilios. Me arrojó un tubo de c
na. Le dan unas migrañas terribles cuando está estresada. Volver
esta. Ya estaba fuera de la puerta, corriendo hacia un edificio de ap
o empezó a fallar, bombeando aire caliente y viciado al pequeño espacio. La ola de calor de la ciudad presionaba contra el
en los bordes. El dolor era
é la herramienta de emergencia para romper
do más fuerte y liberador que jamás había oído. Un coche frenó en seco a mi
ien? ¿Necesitas que
is ojos. No por Damián, no por mi matrimonio, sino p
voz quebrándose