vendí el medallón de mi abuela para financiar su startup. Ahora, justo cuando su empresa estaba a punto de cotizar en la bolsa
ta principal, Aurora Quintana. La llamó el amor de su vida, agradeciéndole por "cre
sta dejarme inconsciente en un centro comercial. Me encerró en un sótano oscuro, sabiendo perf
uando el atacante le dijo que solo podía salvar a
salvaba su preciado negocio. Tumbada en una cama de hospital por segunda vez, r
on la voz quebrada-, ¿pue
a más temida de la Ciudad
vado está listo. Y Arlet, escúcham
ítu
vista de
obre la mesa de nuestra cocina. La madera pulida de roble se sentía helada baj
siete
seis meses que me habían pedido que me borra
temblando con una furia que se sentía ajena y aterradora. La décima vez, sostuve un trozo de un plato roto contra mi propia muñeca, mi voz era
on ojos tan grises y muertos como un cielo de invie
e preocupación, y me abrazó durante horas, susurrándome promesas al oído. Promesas de que todo esto
eído. Siemp
nto, un agotamiento profundo y hueco se instaló en mis huesos
Ya hemos hablado de esto. Es un movimiento estratégico. Una disolución temporal para apacigua
gado, pero las imágenes eran nítidas. Damián, mi Damián, estaba en la pantalla, su sonrisa tan brillante y cegadora como los flashes de las c
a Qui
mujer que los medios habían apodado la otra mitad de la nueva pareja poderosa de Santa Fe. Su sonrisa era serena, su postura p
su voz un zumbido molesto en mi oído-. Esto es solo... negocios. La familia de Aurora tiene u
ecreta de su pasado pobre, una reliquia de
olo sonidos, aire vacío moldeado en palabras que se suponía que debían controlarme, m
junto a una línea en blanco. Su nombre, Damián de la Vega, ya estaba fi
a, tan desprovista de emoción, que por un momen
n parpadeó, su máscar
erd
había proporcionado. Se sentía pesada
está bien.
Esperaba otra pelea, otra escena, otra exhibición desesperada y patética de la esposa inconven
í que pudiera colapsar. S
vemente, un río negro que cortaba un vínculo de diez años. Cada letra era
documento como si temiera que pudiera cambiar de opinión. Lo guardó a salvo en su mal
-dijo, ya retrocediendo hacia la puerta, su trabajo final
sola en la casa cavernosa que nunca se
acia adelante, mi frente descansando sobre la superficie fría e implacable de la mesa. Era un ancl
stando a Damián. Estaba radiante, magnético, el hombre del que me había enamorado.
ieron en la parte inf
ra Quintana. No es solo mi inversionista principal; es mi inspiración, mi socia y
didas allí, un epitafio digi
cuando nadie
tres trabajos -mesera, limpiando oficinas, de barman- con las manos en carne viva y el cuerpo dolorido, solo para que él pudiera pagar la colegiatura de su maestría.
o podía permitirse un anillo de verdad, así que me había dado una
contenidas mientras me lo ponía en el dedo-, te compraré una isla
se la ofrecía a otra mujer, en televi
acababa d
pasando por nombres que se sentían como fantasmas. Encontré el que estaba buscando. Elena Lindsey. Mi tía, de la que
inco años, no desde una amarga pelea por Damián, un hombre al que ella
né el
re, su voz tan aguda y p
Ar
real que había hecho en tod
la voz quebrada-. ¿Puedo...
e". Solo una calidez repentina que a
casi termina. Mi jet privado está listo. Haré que te recoja en tre
oritaria, un salvavidas e
a lo que sea, lo resolv
-